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bia en el convento del Rosa rio trescientos religiosos,
y
por lo
tanto, nunca estaba desocupada la enfermería. A mas de los en–
fermos del convento grand e, se curnban tambien en él lo's de
la Recoleccion,titu luda ·Santa
~fa ría
Magdalena, ..
y
en euferme–
ria separada los esclavos de las haciendas' pertenecientes al
convento, y los que se r vian
á
los religiosos. l'ray Martin, úni–
co enfermero, asistía
á
todOR, sirviéndoles con tanta pu11tuali–
dad
y
dulzura, que admiraba
á
todos los enfermos. Cuando les
curaba sus llagas, ponía emplastos, ó aplicaba otros remedios,
siempre lo hacia hincado de rodillas, con tanta humillacio n
y
r espeto, como si cada paciente fuese el mismo Jesucristo.
Se admiró mas su caridad en el ti empo de una grave epide–
mia de sarampion, que se padeció en esta ciudad; pues, estando
plagados de ella juntamente muchos religiosos y sirvientes,
y
habiendo sido tan grave, como la que observamos hace nrns de
cuarenta afros, porque en ambas los enfermos deliraban, que–
rían sal ir de la cama,
y
se nega ban
á
tomar alimentos y medi–
.:inas; contraido fray Martin de dia
y
de noche al servicio y cui–
dado de cada enfermo, como si fuera el úni<:o', ocurria
á
las ne–
cesidad es de t odos, y las r emediaba con su humildad, paciencia
y vigilancia. Mas, como un homb re solo no pgdia naturalmente
sabe r las intempestivas novedades que sobrevenían en alta no–
che
á
los pacieutes que no se curaban en hr enfermería, se las
revelaba el Seuor, para que auxiliase
á
cuantos tenian necesi–
dad de sus socorros en semejantes .conflictos.
Asi es que, estando cerradas con llave las puertas del no vi–
ciado, entraba
á
la media noche, visitaba
á
los novicios, daba
refri gerantes á los que estaban . muy 'in cendiados por la fi ebre,
mudaba ropa
á
los que por excesivo sudortenian majada la que
cubría sus cue rpos, y salia del noviciado sin que nadie le ah rie–
se. De mañana referian los novicios lo oconido;
y
como su
maestro guardaba las llaves del noviciado, uo podia ocultarse
el prodigio. i\IIas, queriendo Dios que en ningun tiempo se du–
dase de este singular favor concedido
á
fra v
~fa r tin,
como él
mas irrefragabl e testi monio de su
ardie ntísi~a
caridad, renovó
muchas veces el mismo portento en di versas 0casiones.
Declaró juríd
icamente.elpadre fray l"rancisco Yelasco que,
siendo novicio, estuvo tres veces gravemente enfermo, y la úl–
tima
ú
las puertas de la muerte. Pues, habiéndolo en esta vez
enviado
á
una vil la, con el fin de que mejorase, volvió de ella
al noviciado, hi drópico, coa fiebre continua,
y
con la J'espira–
cion muy anhelo_sa. Su méd ico, el doctor Cin eto, que lo era tam–
b1ea del señor v1rey, lo desahuci ó, diciendo
á
la comunidad que
IIIJriria el 11ovicio en breves dias. Sin enibargo, persuadidos