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no de Dios, porque era im posibl e que sanase ese religioso por

me<lios naturales. Divulgóse el prodigio; y el muy reverendo

padre maestro fray Gabriel Serrate, provincial en ese tiempo,

con su secretario, el padre Presentado fray llrancisco Paredes,

tomaron declaracion al pacie nte, seguti

lo prevenido en las

constituciones de la órde n dominicana.

'

Estando enfe rmo el padre fray Vice nte Ferrer , de fiebre ar-·

diente, sudó muchísimo

á

la ·media noche, y viéndose solo, sin

tener quien lo auxiliase, exclamó con estas palabras:

..

¡oh

fray

1

i\Ia rtin! quión me dará una túnica para mudarme!» Al punto enl

tró en la c.elda el siervo de Dios con túnica, brase ro y sahumaL

dor. Asombrado el enfermo, porque sabia muy bien que estd–

ban cerradas las pue1•tas del noviciado, preguntó á fray Martin,

por dónde

y

cómo habfo entrado á esa hora. Respondióle fray

ilfartin: «Ca ll ad, no os metais en eso.• i\Iudóle la túnica, y sa–

lió fu era , siu que se advirtiese cómo.

Del mismo modo auxilió al novicio fra y Francisco Pacheco;

pues, baÚándose en cama muy molestado de otra enfermedad,

noticioso de la prontitud cou que el siervo de Dios socorría

á

los enfe rmos aun éStando ];¡s pnertas cerradas, empezó

á

lla–

marlo con su voz trémula

y

lánguida por lo gra ve del padeci–

miento. Apareciósele luego fray Martín, y le consoló miois-

trándole los auxilios que necesita,ba.

·

J~n

otra

ocasion, sabiendo tambie n por reyelacion la necesi–

dnd deun .,110vicio, llamado fray Juan Raguera, enfermo de fie–

bre aguda , entró al noviciado á la media noche, estando las

puertas cerradas; mudóle camisa, y le dejó mejorado:

Padecia con frecuencia de sangre por la boca el padre fray

Jua·n de Salinas de la tnisma órden dominicana que .los anterio–

r es; y habiendo arrojado en una ocasion mu cha cantidad, que–

dó tao sed iento, que dijo á otrote11 fer mo compañero suyo en la

celda: «A h Selior! ¡Cómo tuviera azúcar

y

agua para aplacar la

sed que me devora! .. Apeuas babia dicho estas palabras, cuando

entró fray

~1a rtin

con lo que pedia el enfermo, estando las

puertas cerradas, pnrque era med ia noche. Atónito el pacien–

t e, preguntó al siervo de Dios, por dónd e habia entrado, pues–

to que la celda estaba corrada con llave

y

con aldaba por den–

tro .

Respondió~e:

que él tenia modo de entrar.

En dos ocasiones consoló de noche al padre predicador ge–

neral fray Juan de Ochoa, luego que lo llamó con el deseo, ha–

llándose solo, afü.:ido

y

enfermo.

Lo mismo sucedió

va~ias

veces con el padre fray Feruando

Aragones, pues en cuantas .ocasiones estuvo agobiado de males,