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A mas de estos numerosos y nuténticos casos, que comprue·

han de un modo incuestionabl e,

el

extrnordiuario don comuni·

cad~

á

fra y Martín de saber las uecesidades de los eBfermos•

sin que nadie se las descubriese,

y

de entrar

á

socorrerlos, pe·

net ra ndo Ja · puertas ce rradas, con los utensili os convenientes•

quiso Dios auto rizarlo mas. permitiendo que fu ese t estigo ocu·

lar de la misma maravilla el padre maestro de nov1c1os fray

An"

drcs Lizon. Habiénd ole not iciado varios enfe rmos de que el

siervo de Dios ent raba en alta noche á visitarl os, esta ndo las

puertas ce rrndas, quiso acreditar la verdad

fl Ol'

si mismo, y or·

deuó qu e le a visase n cuando estuviese adentro fray l\Jartin·

Lu ego que se lo dijeron , tomó las llaves del noviciado, cxami·

nó las · puertas, y asomándose

á

la celda del novicio enfermo•

de modo que ni este, ui el siervo de Dios pudiese n verle, ob·

servó

á

fray Martiu mudando cama y auxiliandbal paciente. Sa·

ti!fecha eu parte su curiosidad, se coloco entre la puerta de la

celda y la primera del noviciado, para ver por donde salia el

siervo de Dios, y quedó asombrado, cuando le dij eron que ya

se babia ido , no pudiendo dudar de que las puertas estaban cer–

radas; de que él tenia las llaves en sus manos; de que había ''isto

en la celda

á

fray 1\'[artin; y de que este había desaparecido sin

saber cómo. En el capítulo de las gracias

gratis d,atas

haré al–

gunas reflexiones sobre esta maravilla. El órclen pide·continuar

la materia propuesta en el presente capítulo.

Con10 la carjdad es i.nliuita en su orígen, no se limita en su

ejercicio. Por eso, no satisfa ciéndose jamás la de fray Martín

con los enfermos del convento, buscaba seg-lares desvalidos en

quienes ejercitarla. Cuando estaba por obediencia algunos dias

e11 Ja haoieuda de Limatambo, despu es de trabajar todo el dia

á

par de los esclavos ea las obras necesarias, empl eaba las horas

de reposo en visitar á los enfermos de ese lugar y los inmedia–

tos; curaba á todos los pacientes negros, indios y blancos; lava·

ba

?'

lim piaba á los llagados, y les aplicaba los remedios cou–

vemeotes. El fruto que recogía de t an herói ca caridad, no so–

lo era el consuelo y sanidad de esos infelices, sino tambien -el

socorro de sus almas; pues halagados y atraidos por el caritati·

vo esmero del siervo de Dios, oiao con agrado sus exhortacio–

nes, Yse enmendaba11, no solo de sus pecados públicos, sino aun

de los ocultos, luego que fra y !lfartin era sabedor de ellos por

r~ velacion,

y se los descubría secretamente, para que no vol-

''Iesen a cometerlos;

·

Cnando regresaba

á

la ciudad, ocurrían

á

él cuantos misera–

bles enfermos conocían su mérito. Las puertas del convento se

llenaban d% pobres agobiados de sus males;

y

haciendo en ellps