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40. -

,. Ja.s de todos... ·¡Oh

que confiesas ser cristiano, cousidera que

,, Jesucristo te promete bie11es inmortales por los caducos que le

,, ofrezcas;

y

eternos castigos, si se los niegas! Y no

obstant~

eso,

u¿ui te rinden bienes celestiales, ni te conmueven penas mter–

"minables...

?

Pues en tan poco estimas ·al Salvador, él te .reputa–

ura como nada.:. ¡Cuánto.mejor

y

mas saludable te habria sido'

,, ser pobre que rico, pues por la pobreza te habrias allegado

á

,, Dios fácilmente, y te has hecho criminal por la riqueza! Por lo

,, tanto, si quieres ser eternamente dichoso, distribuye gran par–

" te de tus bienes en los.indigeutes virtuosos, en los cojos, en los

· ciegos y .débiles. Sustenten tus bienes

á

los miscm1bles,

y

vivi–

,,fiqueu

á

los pobres, para que el alivio

y

consuelo que reciban,

" te preparen la recompensa prom1Jtida."

.

lilas, no es neéesario que se recuerden estas verdades á los

amantes fervorosos, pues como la fé los vivifica, ella se las pre–

senta

á

todo instante. En ellos es la caridad tan extensa que

solo la imposibilidad limita su ejercicio;

y

como jah1ás se Ratis–

face el amor que tiene

á

'Dios, tampoco el que tiene

á

sus pró–

jimos. Desean ardientemente que Dios sea conocido

y

amado de

todos

i(}S

hombres,

y

no omiten medio alguno, por penoso que

sea, á fin de que todos le tributen Ja honra

y

gloria que Je son

debidas. Este·iufatigable celo de caridacj. que encendió el Espí–

ritu Santo en el corazon de los Apóstoles, lo enciende hasta

ahora en el 'de muchos santos varones, que vuelan desde un ex–

tremo al otro de la tierra, por que se .conviertan los pecadores,

y los infieles tengan la dicha de ser lavados con la sangre del

Cordero inmaculado. Solo la Iglesia Católica da

á

luz tau fer–

·voi'osos hijos, que arrostran impertérritos todos Jos peligros;

y

que derraman su sa11.gre y hacen el sacrificio de su vida, por con–

vertir siquiera una alma infiel ó pecadora, cuyo precio es el de

la sangrc ·de Jesus.

Así el

glo~ioso

San Francisco Solano, llamado justamente Após–

tol del Perú, tuvo la gloria' de co11vertir con sus sermoues·cre–

cido número de pecadores

y

muchos millares de indias bárba–

ros, caminando

á

pie mas de seiscientas leguas, desde Lima hasta

el Tucuman, por entre montañas nevadas y escabrosas.

. No es menor el celo. de las personas fervorosas por socorrer

'.' los pobres en sus miserias, trabajos y enfermedades. Nadie

ignora que muchas repartieron todos sus bienes á los pobres,

Y

que .otras reservaron lo muy preciso para cubrir sus Jeoüimas

necesidades: Y es tambieu cierto que casi todas

asist~ron

y

consolar?n

ª.

c.uauto.s e1?fermos podian, sin que las retrajesen

d~

este e¡erc1c10 caritativo,

nfl>la

asquerosidad de los pacientes,

DI

el P.ehgro de contagio.