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les, amonestad/e eon espíritu de ·mansed11111bre;
y
tu considérate
á
ti
mismo,
110
seas tambien tentado .
ror lo cual eran tan fructuosos
sus consejos, que convertian
á
muchos pecadores,
y
fervoriza–
ban á los tibios
y
disipados. No disgustaba ni
a
los seglares ni
á
los religiosos el se r reprendidos por un pobre donado, sin mi–
sion ni letras; porque enseñaba mas con el ejemplo que con las
palabras,
y
porque su humildad , modestia
y
los efectos que es–
tas producían en sus corazones, acreditaban que el espíritu de
Dios las iuspi1'aba.
Y
como el Señor había pri vilegiado
~
este
siervo suyo, comunicándole los dotes gloriosos que solo son
propios de fos bienaventurados, segun despues se dirá , h<1cia
valer este extraordinario fa vor, para remediar las nece idades
espirituales de sus hermano , cuando Jo exigían las circuns–
tancias. Referiré en prueba de ello dos casos memorabl es.
Huyeron de noche dos novicios, descolgá ndose de una pared
vieja, estando cerradas las puertas del 001n;ento;
y
notando su
ausencia el maestro de novicio , cuando iba la comunidad al
coro para rezar mai tin es, los buscó, no solo en el noviciado, sino
tambien cu Jos lugares mas ocultos del convento, i\"o
h~ lá nd o
los en ninguna parte,
y
encontrando
á
fray Martin, lamentó la
pérdida de los novi cios; mas el siervo de Dios, co n mucha mo–
destia
y
sonrisa, le dijo:
No te119a v1tesa paternidad cuidado: estón
segm·os,
y
duenne11 ac111almc11fe: retírese vucsa ¡iaternidad,
y yo
se los
llevaré muy de mai1a11a.
lle pidióse el padre maestro con·olndo,
creyendo que fray Ma rtin tendría
a
los noYicios en su celdu.
lilas este, que por rernlaciou divina sabia que los no" icios se ha–
biau ido
á
una casa del pueblo que llama n el Cercado, d,i ta u–
t c un cuarto
da
legua del con vento del llosario, voló
á
media
noche, estando las puertas cerradas,
y
tocó fuertemente en la
easn donde reposaban los noYicios. Abriéronlc, despues de ha–
ber golpeado mucho,
y
poniéndose delante de los fu gitivos,
procuró con tiernas y eficaces exhortaciones r etraerlos de sn
iutcnto,
y
persuadirlos
á
que volviesen
á
In Religion.
~[as
ell os,
110
obstante la
sorpre~u
que les causaba Ter al sier vo de Dios
á
esa hora
y
en ese luga r, no dnbnu oido
á
us saludables con e–
jos, protestando uo vol ver mn
á
sn co1nento. Insistió el sierro
de Dios ea convertirlos,
y
al fi u ablandó tanto sus obstinados
corazones que, com•iuiendo en vestir de nuevo el
h~bito
reli–
gioso del Pntriarcit auto Domingo, salieron de la casa con el
siervo de Dios,
y
se hallaron de improvi o en In celda de este,
sin saber como. Fray
~fartiu
los presentó en la madrngada ni
padre maestro,
y
uplicáudole que
110
los ca tigase, le dijo, que
e os dos noYicios serian religioso ,
y
con el tiempo muy reco–
meudnbles por sn saber
J
couducta, lo que se verifiM cierta-