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su salvacion,
y
cju'e jamás debían pretenderlo;
s.
á
otros, que
aun no era conveniente el que lo obtuviesen,
y
que lo obten–
drían en tiempo' mas oportuno. Y eomo sabiau por experiencia
que era uu oráculo d? .la
verdad ~
sus consejos .tranquilizaban
los espíritus,
y
reconciliaban los partidos. No
fué
men@r el celo
del siervo de Dios por remediar los males temporales de
~us
pró–
jimos, salvándolos en los peligros, aliviando sus miserias,
y
sa-
nando sus enfermédartes.
.
2.
0
.Salva la vicia
á
los q
ltC
estaban en inminente pelig,.o de pe,.de?'–
la.
--Habiendo entrado al convento del Rosario dos reos, huy en–
do de la justicia que iba tras t!!os para prenderlos, se acogieron
en la celda de fray Martin, y le suplicaron por amor de Dios que
los ocultase, para evitar el peligro en que se hallaban. Compa–
decido el siervo de Dios, les mandó que sf! hincasen de rodillas,
y_
clamasen al Seüor con humildad y confianza. 'übedeciéronl e,
y
el tambien se hincó para orar con ellos. Entraron á la celda el
ak~lde
de corte
y
sus ministros, ó porque vicrón entrar en ella
á
los
f~gitivos,
ó porq ue alguno les dió aviso de qu e allí estaban.
I,legistrárou la .con cuidado, y no viendo en ella mas que tres
colchones, los alznron, recelando que debnjo de ellos se hubiesen
ocultado; mas fru strada su diligencia, salieron· del convento pa–
ra .buscará los reos en la calle. Libres estos del peligro, cono–
cieron que por la oracion de f.ray Ma1:tin , había obrado Dios el
prodigio. de que los tres pareciesen colchones
á
Ja vista del al–
calde y sus' ministros. Despidiólos entonces
de.sucelda el sier–
vo de Dios, exhortándolos para que enmendasen su vida.
Pasando el mismo por una de las dos cárceles que había an–
teriormente en esta ciudad, vió en la capilla de ella un reo es–
pañol, llamado Juan Gonzalez,. que estaba sentenciado á muerte,
y
debía ser ahorcado el dia siguiente. Suplicóle el infeliz que
lo encomendase
á
Digs para morir como éristiano. Prometió–
s_el·o el siervn de Dios, y habiéndnse retirndo á su convento, le
envió
a
decir que se consolase, que no moriría en esa ocasion.
,Verificóse la profecia; pues habiéndole sacado al patíbulo,
y
pa–
seádole af1:ent0Mmente por 111s. calles acostumbradas, segun se
pra~ticaba ~n
ese
tie~1po
con los criminales, antes de quitarles
la
~ida;
estando al pie ?e la horca para subir por la esca lera,
saho 111 bnlcon de palacio .Ja sefiora vireina, condesa de Chin–
chon,
y
sacando -un pa!'íuelo, indultó la ' 'ida al delincuente.
Rest.ituido
á
la cá rcel, _le envió fray Martín treinta pesos, una
camlSilJ calzones de lienzo, para que remediase su·s necesi–
dades.
Estando un dia fray l\fartin en la hacienda de Limatambo
perteneci~te
al convento del Rosario, como ya dije, se desbor: