-
36 -
actos, si se hace.u solo vetbalmente por el hábito adquirido
desde la riiñez, sill que el alma ate uta
á
lo que profieren los la–
bios, se refiera
á
Dios, sacrificándole sus potencias
y
sentidos.
De la frecuencia con que se hagan estos actos,
y
dé su rec–
titud
y
fervor depeude su perfeccion. Por eso solo se consuma
esta virtud en el cielo, donde, contemplando el alma á su Dios
con un acto continuo, se un,e- inseparablemente á él por el co- .
nocimiento
y
el amor. lilas, como en la presente-vida se halla
el alma unida al cuerpo, ,recibiendo
á
cada instante las impre–
siones de los sentidos,
y
distraida muchas veces por la Stencion
qye exige el cumplimiento del cargo que la obliga; es imposi–
ble dice Santo•'l'omas, que no se interrumpa
á
ratos la ateu–
'cion de su meute'á
Di.os,y el ejercicio de su amor. Por lo cual,
entre los q¡ie aman
aDios, le aman imperfectamente aquellos
que, habiéndole consagrndo su corazon, y perseverando habi–
tuaimente en su amor, solo cuidan de no hacer cosa alguna que
~ea
contraria
a
su divina voluntad. nras, los qtte poseen
y
prac–
tican la caridad, segun la perfecciou compatible con las mise–
rias y necesidades de esta vida, se desprenden escrupulosamen–
te <le toda ocupacion que no les obliga segun el órden de la
' Providencia en el ministerio.que ejercen; y meditando todo el
tiempo que pueden la ley del Señor, disipan las especies. inú–
tiles que recibieron por los sentidos, para renovar con pureza
y
fervor los actos de su caridad. Y conociendo
á
la• luz de Ja
fé que no pueden agradará Dios enteramente, sin la desnudez
y
purificacion de todos los afectos terrenos, para hacerse,' como
Jo de_sean, un solo espíritu con Dios por Jesucristo; procuran
imitare en el odio
á
las vanidades del mundo, en el amor
á
la
pobreza, las hurniUacioues
y
todo·género de padecimientos.
Dios por lo comun premia aun en Ja vida presente
a
estas
almas fi eles, haciendo que experimenten la suavidad de su yu–
go,
y
que gusten las dulzuras de su amor. La caridad, que has–
ta entonces babia sido insensible
y
seca, es en aqelante sensi·
ble
y
afectuosa. El alma gusta
ú
Dios, y este espirituar sabor
l~
embriaga
y
enagena: se ve
á
sí misma-; y no hallando en sí
bien alguno que no sea de Dios, este íntimo conocimiento en–
ciende mas.y mas su amor, refiriéndolo al supremo bien digno
solamente de ser amado. A las veces, es arrebatada á contem–
plar los arcanos de la divinidad;
y
vuelta en sí, arde su corazon
• en el mas encendido amor: la abrasa'el celo de Ja gloria de Dios
_y de su santa casa: desprecia
y
abomina Jos bienes de la tier–
ra: desempeña con la mas activ;i
y
puntual exactitud los debe–
res de su profesion
y
de su estado: las 11.amas de su ardientísi–
mo amor prenden muchas veces en corazones helados ó tibios;