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-

y

ahuyentando de ell os al príncipe de las

tinie~las,

los prepa,ra

á ser deliciosa mansiou de la luz iuaccesíble.

Purificada de este modo el alm¡¡,

y

aseme¡nda (cua'nto es po–

sible)

ú

su amad'o, bañada su mente de luces celestiales, )'abra–

sado su corazon e n caridad, se une al divino Verbo con todo el

afecto de su corazou: vive por el Verbo, y es regida por él en

todas sus acciones. San .Agnstin , como tau experi meutado en

los efectos del amor divino, los ex'jl resa de este modo, en el ca–

pítulo 20 de sn l\Ianual:

..

E!

alma que ama á Dios, uingu ua otra

" cosa puede pensar ni hab lar:. todo lo que no es Dios, despre–

»cia

y

lé fastidia: todo lo que medita

y

habla , le sa!Je

y

le hue–

" le al amor, porque la posee el amor de Dios.. . .. El alma que

»ama, renuncia t odos sus afectos,

y

toda se aniega en el amor,

,,para corresponder con amor al amor de su Dios ... . No tem,a

,,el alma que ama;. tiemble la que no ama . El alma que ama, se

,, deja ll eva1· de sus buenos deseos, disimul a sus merecimientosJ

"cierra los ojos á la

mages~ad,

ábrelos ·al deleite espiritual, po–

,,ue su corazon en su Salvador,

y

trata confiadamente con

él.

"Por el nmor se enagena el alma; sale algunas veces de sí,

y

• de los seutidos de su cuerpo, y sintiendo

a

Dios, no se siente

"á sí misma . Esto sucede cuan do el alma, presa de aquella ine–

" fa

bl e dulcedumbre de Dios, se lrnrta en cierta manera

y

ro–

»ba a si misma ; ó por mejor decir, es arrebatada de sí misma,

,,para gozar súavisimamente de Dios. No hay cosa tan dulce co–

,, mo esta:

si.no

dnl'ase tan poco, El amor da famil iaTidad con

,,Dios; la

famili

aridad osadia; la osadía gusto,

y

el gnsto ham–

,, bre. El alma que está tocada del amor de Dios, ninguna otra

,, cosa puede pensar, ninguna otra desear,

y

á menudo suspira

,, y

dice: así como el ciervo desea

Ja~

fuentes de las aguas, así

,, Dios mio, mi alma te desea."

Cua nto lle vo dicho, es un bosquej o del amor que tuvo á Dios

fray Martín. Prevenido por la desgracia desde su t ienia edad ,

amó á Dios luego que tuvo la ventura de conocerle;

y

el amor

crecia en él con la repeticion de sus actos. Por amor consefl'ó

'ilésa su primitiva inocencia ·hasta el ú ltimo instante de su Yida;

y

por amor doníó sus pasioues, renunció el mundo

y

practicó

heróicament e las vi rtudes.

Y

¿cuánto no crecería ese amor,

cuando su alma enriquecida con los dones del Espíritu Santo,

y

unida

á

Dios íntimamente, gustaba sns inefables dulzuras,

y

re–

cibia las tiernas caricias de su amado'? ¿Con qué fuerza no atrae-·

ria el Sefio r á esa alma divinizada por ardientísima caritjad,

pues, no pudiendo desprenderse del cu erpo para volar

{1

su ama–

do, se ll evaba co nsigo esa mole•pesada

y

material, elevándola

algunos va ras?"

Y

¿qué pasaria entre Dios y fray Martin, cuan- •

'