32
cuantos infieles se convertirían
á
la
fé,
por la predicacion de;
fray lllartin! ¡cuántos cristianos pecad ores hariau pe nitencia!
·cuántos indio-entes serian socorridos! Toda la gloria
fué
retri–
huida
á
Dios~
el mérito de fray 'l\fa rtin se abismó en la eterni–
dad , y en ella recibe para siempre sn j usta recompeuga. Por tan
diversos y sublimes ejercicios se prueba lahero1c1dad de su fé,
y
por los mismos;
y
por otros no menos em rncntcs, lude su es–
peranztr.
AlÜ'ICULO
U.
LA
1.jER01c10Ao Dll su
ESJ>J¡ RANZA.•
- Esta virtud es la es'pecta–
cion de la divina bienaventuranza, que solo podemos conseguir
por los auxilios eficaces del Seüor;
y
que se ejercita así por ac–
t os formales, como por virtuales, segun en5el1a San Buenaven–
tura. Actos formal es son los deseos
y
aspira ciones de lá volun–
tad háciu el Sumo Uien, que espera poseer cteranmente, los cua–
les se llaman internos, cuundo salen deJ cora zon secretamente;
y externos, cualldo se expresa n con las accio!1es ó palabras.
Los actos virtuales se contienen en el ejercicio de cualquiera
otra virtud, pues todas deben practicarse por amor
á
Dios con
el deseo y esperanza de poseerle. La esperanza se funda en Ja
palabra infalible de Dios, y en sus divinas promesas, contenidas
tanto en el antiguo, como en el nuevo Test amento .
lilas, para que sean provechosos
y
meritorios los actos de Ja
esperanza, deben ser acompañad ós del temor de Dios; pues
quien desea
y
espera goi:ar del Sumo Bien, debe aborrecer el
pecado que nos aleja de
él.
Por eso dice el rea l profeta:
Sacri•
/icacl stlcríficio de f usticia,
y
esperad en et Se,ñvr.
Y el apóstol San
Juan en el cap.
HI
de su
1.a
Epístola, nos lo enseüa por estas
p álabras:
Carísitnos
1
si nuestro corazon no nos reprende, conficmza
tenemos rlelante de Dws:
y
cuanto le pidiéremos, recibirémos de él,
porr¡ue guarclwmos sits mandamfentos
y
hacernos las cosas que son
ayradables en sit
7ir~sencia...
J
.El t emor de Dios puede ser ser vil, ó filial: aquel prese rva de
la
~ulpa
por e,I temor de la pena; y este, por no desagradar al
Senor, que debe se r amadó sobre todas las cosas. Ambos son
buenos, pues aunque el primero es imperfec to, dispone para
el
segundo, s1 p or el auxilio divino el servil se co n\'ierte e n cas–
to ó filíal. Pero aquellos qne vanainente satisfechos co n el
ser~
~il_ tem~r,
temen mas bien la pem: q ue la pri\'acion del füen
Iu–
fimto, digno de todo_nues tro _amor, deben recela r justamente
no sea tal su desgracia, que
¡amás
le ameu, ui sean amados del
Señor.