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re
decir, que el demonio pidió
á
Dios, que le dejase combatir
la
fé
de los apóstoles con las mas fuertes tentaciones. Y San
Pablo, en su segunda carta
á
los Corintios, dice: qne despues de
haber sido arrebatado hasta el cielo, permitió Dios que pade–
ciese los estímulos de la carne,
y
que Satanás le tentara de ese
modo, para que no se ensoberbeciese por las grandes verdades
que se le habían revelado.
Siendo pues esta
fo
conduetá que Dios tiene por lo comun
aun con sus siervos los mas privilegiados
y
favorecidos, es re–
gular que la tuviese con l\Iartin.
Y
pues le persiguieron mucho
Jos demonios, aunque ignora111os cuales fueron
Sl!S
persecucio–
nes mientras el siervo de Dios estuvo en el siglo, es regular
que fuesen las mas comunes, cuales són la concupiscencia de
la
carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida; y
que los demonios se valdrían de estos tres poderosos ministros
de iniquidad, para combatir la inocencia, pobreza y hnmi'Idad
de l\Iartin. No pa1•ticipando ya
Sil
Cllerpo en ninguna manera
de las dulces consolaciones de su espíritu, y hallándose jóven,
triste y desolado, se amotinarían sus pasiones, agitándolo fuer–
temente, para que las satisfaciese complaciendo sus sentidos;
Sil
oficio de sangrador le presentaría muchos objetos halagü.e–
fios y seductores; .por
Sil
modestia y notoria honradez, seria so–
licitado para el matrimonio, tal vez con algunas ventajas de
calidad y bienes de.fortuna; y por íJltimo, aumentándose mas
y mas el crédito de virtuoso, por su constancia en repeler to"
das las solicitaciones criminales, y los empeños del mundo, se
dilataría su fama por toda la ciudad, viendo confirmados en su
edad juvenil los presagios de santidad que
s~
notaron en su
uiüez.
Desamparado en ese tiempo de todo auxilio sensible, se cree–
ría objeto de la indignacion divina, y entregado por su; culpas
al furor de sus enemigos. 'l'al vez le baria sentir interiormente
el supremo Juez
Sil
justísimo enojo por algunas faltas inadver–
tidas de omision ó comision, que, aunque se reputen ligeras por
los11ombres, solo plleden llamarse tales, cu comparacion de las
graves y mayores; pnes en realidad, ninguna falta es pequeT1a
á
los ojos santísimos de Dios. Moysés, íntimo amigo y muy
fa–
vorecido del Señor,
fu é
castigado severamente y privado de en–
trar en la tierra prometida, por una falta de confianza; y la
virgen San ta Clara de •Montefalco, padeció once años los mayo–
res desamparos y las mas horribles tentacioues, solo por haber
reprendido con alguna aspereza la
falta,
de una religiosa. ¡Tal
es el celo de Dios! ¡Tan recta su justicia!
¿Que baria l\Iartin cu situaciou tan peligrosa y amarga'/ Pues