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confesor
y
en la mesa del altar, lo que pasaría entonces en et
alma inocente
y
fervorosa de illartiu . Ellas al menos vlslum–
brarán su profunda humillacion, acusándose hasta de las me–
uores faltas, en presencia del supremo Juez, que sondea
y
pene–
tra Jos mas ocultos pliegues del corazon humano; su viva con–
tricion
y
firme propósito al tiempo de absolverle uno de los de–
legados de Jesus,
á
quienes cc>nfió el poder de justificar á los
pecadores cou la aplicacion de sus infinitos méritos,
y
de lavar
mas
y
mas con su purísima sangre
á
los que conservan la esto–
la de Ja justicia;
y
s1:1 humilde ·reconocimiento, cuando se uuia
sustancia lmeo te con Cristo cu el sagrado banquete. ¡011! ¡qué
extraordinario gozo no
inunda~ia
su corazon, contemplando
que su cuerpo, inmundo lodo, se conve rtía en abreviado ciclo,
donde moraba la Divinidad,
y
era adorada por los espíritus an–
gélicos!
Con esta afectuosa devocion practicó en el siglo este siervo
de Dios sus ejercicios espirituales hasta los quince años, de cu–
ya edad culró en la religion. Los
motivo~
que aceleraron so
ingreso,
y
lo que pasó en su noviciado basta .que profesó, se·
rán Ja materia del siguiente capítulo.