Previous Page  27 / 214 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 27 / 214 Next Page
Page Background

19 -

G.• Se dignó Díos quedase en esa casa antes de que Martiu

fuera religioso, uu mol1umcuto que honrase Ja memoria de su

fiel siervo,

y

que hiciese conocer el grado heróico de -virtude;;

á

que

lo habia sublimado, cuando apenas tenia de doce

á

trece

all.os.

Habiendo, pues, plantado en el jardin de dicha casa un

li–

m

oo, desde que este empezó

á

fructificar, continuó dando fruto

todo el año, lo qL1e no se vé, nj en el presente tiempo en que

se ha mejorado la agricultura

y

el cultivo de los árboles. De

este prodigio hubo precisamente muchos testigos, pues consta

de las informaciones que se tomaron, cincuenta a1ios despues

de muerto el siervo de Dios, asegurándose en ellas, que aun

existia en ese tiempo el árbol dando continuamente frutos,

y

al

cual Humaban

el Limon

de

Fray

ilfartin.

En vista de todo lo dicho, es claro que este nifio no apren–

dió de memoria la doctrina evangélica, para recitarla solamen ·

te de co1·0, sin penetrar su espíritu, ni reducirla á práctica, co–

mo el comun de los demas. Quien desde su tierna edad no se

eutretcnia cou Jos juguetes comunes en los de su edad,

y

es–

taba siempre recogido

y

modesto, tenia precisamente fijos los

ojos de su alma en el Se11or,

y

oraba sin iuterrnisiou. Sus noc–

turnos ejercicios,

y

las copiosas lúgrimas que vertia ante la imá–

gen del Crucificado, no solo comprueban el fervor de su ora–

cion, sino tambieu el espíritu con que Ja hacia. Sin duda, exa–

minándo en ella sus mas pequeñas faltas cometidas entre dia,

y

contemplando al mismo tiempo la justicia

y

santidad de Dios,

se reputaria indigno de estar en su presencia; y, pidiéndole bu-

111ildemeote que no le juzgase segun su demérito, se acogería

al seno de la infinita misericordia, confiado cu los méritos de

Jesucristo

y

en la proteccion de su Santísima Madre.

Del mismo modo, la

le haria ver

á

Jcsus en la persona de

cada pobre,

á

quien socorría. Y, al modo que San Pedro, humi–

llado y confuso, dijo

á

su Maestro:

Sei1or ¿hi

me

lava$ los pies?

Mar–

tí n le diría en su interior: Tu, criador

y

absoluto duct1o del

ciclo

y

la t ierrn, pides liQJosna á este miserable pecador? Y

¡cuántas

\'Cces

en esas ocasiones le contestaría el Scílor, hacien–

do que su alma percibiese dulcemente las tiernas

y

paternales

palabras que dijo ni príncipe de los apó toles:

sa~s

ahs–

t·a

lo que yo /i(l90: despucs entenderás este f>listerio!

Y ¿que tierno

y

afectuosos no e rinn us sentimientos en el

sacrificio de la Misa, contemplando

á

Jesus crucificado en el

Calvario,

y

ndorado por los á ngeles? Seuliria unas veces sumo

horror al pecado, compasiou de Je us

deseos de imitarle en

sus tormentos, oprobios

y

humillaciones; otras, íntimo jubilo,

consid rando qnc, así como el Padre Eterno e el principio de