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- lG

ios fieles peruanos, se edifique eu el espacioso sitio de la anti–

gua casita, un Santuario, si no tan suntuoso, á lo, menos tan de–

cente

y

respetable como el de nuestra patrona t;anta Ros?.

Fué l\Iartin hijo natural de uu caballero. cruzado del orden

de Alean tara, llamado don Juan de Porres, español, natural de

"Burrros·

y

ele Ana Velazquez, morena liberta, nacida en Pana–

ma:

"y,

~omo

los nacidos en esa calle sean feligreses de la

pa~ro·

quia de San Sebastian,· fu é bautizado en ella, _como lo

fu é

siete'

años despues Ja Vírgen Santa Rosa, patrona unive(sal de la Amé–

rica. Avergoi.Jzósc don Juan de que la Iglesia reconociese por

su hijo al recieu nacido l\Iartin,

y

no firmó la partid'a parro–

quial. Esta reprensible costumbre de no recoi1ocer a los hijos

habidos crim inalmente en personas de inferior clase, continúa

)lasta ahora en Lima, y,· probablemente, en los' derrras Estados

de América, por las diversas clases que los pueblan ,

y

porque

ni en el tiem'po de sn colouiage, ni el d·e su indepe'udeucia;

se han d'ecretado,· cómo era debido, útiles reglamentos, para

promover los matrimonios en todas las personas

d~

uno

y

otro

se:i;o, luego que tuvieseu edad competente para desposarse.

En dicha parroq9ia se conserva la. pnrtidü .bnutismhl de

~lar·

tin, cuyo tenor es el siguiente: ..i\fiércoles 9 ele Diciembre de

1579,

bauticé

á

niarti11, de padre no conocido;

y

de Ana Velaz–

quez, libre.· l' ueron pad1'inos Juan de Huesca,

y

Ana de Escur–

cena; firmólo Antonio Polanco ..

>

Si don Juan de Porres viviera,·

¿cuál deberia ser su' confusion, por no huber reconocido legal–

mente al hijo que veia en los 'altares? Pero sin embargo que

faltó entonces al deber que exigen de todos los padres la na–

turaleza

y

la Religion, enmendó despues su yerro, como se ve-

mas ad·elíl'nte.

'

Tuvo tambien don Juan una hija en la misma Ana·Velazquei,

á

la que pusieron por rrombre J uana de l'orres; y"llevó consi–

go don Juírn e&tos dos liijos

á

la ciudad de Guayaqu il, á donde

l'e llamaban sus intereses. Habiéndole vi,; to con ellos, e n ese

lugar, el capitan d·ou Diego de 1\Iirn nda, tio suyo, Je preguntó

¿quiénes era1f los párvulos mulutos que le acompañaban? Ento n–

ces d_ou J_ua11, e:>.:citn.d? tal

~ez

dd amor paterno, del honor

y

la

conciencia, C?ntesto a su tw en estos términos: ..

só~i

hijos mios,

~de

Ana_Yelazquez,

y,

por lo tanto, debo sust'eritai'los

y

darles

la educac10n correspond1ente.'• Desde esa· época, no

s~

desde–

Iió don Juan dB llamar hij os á los dos pürdos, ni d'c qu'" esLos

,l'e d1J ese11' pad1·e, cuya verdad ci:ndirmó, declarándolos hijos su–

yos, e n el testamento que hi'zC1

á

la hora de su mue rte.

,. llaJo

~u

proteccion el peq.u:ei'ínclo Martin aprendió e n breve

, tiempo a leer

y

cscnbir con el maestro elegido por su padre;