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Volvió este despues
á
Lima con su querido hijo, c!ej.1ndo al cuí -,
d ado de su tío don Diego i.Uiranda,
á
su hija J uana de Porres,
á
Ja que sustentó
y
casó, luego que tuvo competente edad. De–
biendo don J uan embarcarse para Panamá, cuyo gobierno se le
babia encomendado, dispuso que su bijo i\lar tin recibiese el sa–
cramento de la Confirmacion,
y
lo dejó en poder de su madre
Ana Velazqucz, enca rgándole que continuase educándolo,
y
que,
concl uida su enscOauza, le dedicase al oficio de barbero.
. An& descmpelló fielmente las obligacio nes de una madre cris–
t iana ,
y,
notando en Martiu mucha incl inaciou
á
los ejercicios
)Jiadosos, le proporcionó los medios de' adelantarse en la vir–
t ud , tanto con el ejemplo, como con saludables doctrinas ins–
p iradas por la
fé
rad icada en su espí ritu. Vivía con doíla Fran–
cisca Velez l\Tiquel, hija de d011a Isabel García Miquel, en u na
casa de la calle·llamada Malambo, donde Ana
y
su protectora
doña }'rancisca", facil itaron al niño nrartin que aprendiese el
ofléio de barbero. El maestro á quien se confió su aprovecha–
miento en este arte, e1·a tambien sangrador, como lo son hasta
a hora muchos barberos en esta ciudad,
y
se ejercitaba en la cu–
rncion de algunas enfe rmedades externas. Y como a preciase
á
s u discí pul o
~Iartin ,
no solo le instruyó en el oficio de barbe–
r o, siuo ignnlmente le hizo conocer los remedios, que se creían
ento11ces co a ve11ieutes, pa ra el alivio
y
sanidad de las heridas,
úlceras, apostemas,
&,
todo lo cual condujo mucho para los
ejercicios de caridad que practicó despueR qi;e se hizo religioso.
CClmo sus padres hubiesen fallecido mucho antes que él, se
iguora el pormenor de sus prácticas piadosas, en los nllos que
precedieron á su ingreso en la religion; pero, de lo poco que se
l ee en las informaciones jurídicas, se infiere que, de de su re–
ge neracion en las agradas aguas del bauti mo, fue rou su alma
y
cuerpo sagrado templo donde hahltó el Espíritu Santo, sin
c¡ue jamas lo abandonase;
y
que este Divino Esp"íritu, iluminan–
d o
y
fo rtal eciendo
á
Martiu desde la ni11ez, rectificaba su iu–
tencion,
y
dirigia sus pasos por la senda de la verdad
y
Ja jus·
t icia. A
i
lo comprneban lo hechos siguientes:
l.
0
Jamás disipó u cor111.0u con los f1úolos entretenimien–
to úe los nil1os, pues concentrada u alma
y
siempre atenta al
d ivino objet.!l qne la atraía dulcemente,
y
arrastraba us afec–
to , se desdeflaba de ver
y
de ocuparse cu las inocente baga–
tclds que d ivierten
á
los pequeüuelos. De ese inte rior recogí·
miento nacía la mode ·tin
y
ciréuo peccion, que e notaba en u
semblante,
y
en todas sus acciones
y
palabras,
y
que hacia pre–
sagiar
á
cuantos le conocían
y
trat aban,
b
~antidad
á
que ,c
elevaría con el tiempo.