~
20 .::...
la gloria interna
y
esencial de su Hijo, así este, muerto en
}¡¡·
cruz, es el principio de
la
gloria externa
y
accidental que tri–
butan
á
su Padre los justos en la tierra,
y
los bienaventurados·
en el cielo;
y
otras, grande amor
y
reconocimiento á Cristo,
por haber libertado
á
todos los hombres del tiránico imperio,
que tenia sobre ellos el demonio, clavando en la cruz la cédula
de su esclavitud, y dándoles desde entonces derecho á sus infi–
nitos méritos, á la participacion de su divinidad
y a
reinar cort
él en la eterna bienaventuranza.
Es verdad q,ue, ctrnndo la fé está muerta por el pecado, ó·
adormecida por la negligencia
y
tibieza, se asiste
á
la Misa
y
se
ve la imágeu de Jesus agoniza.nte
y
muerto, sin que el alma se
ejercite en esos sentimientos. Pero en los que meditan atenta
y.
constantemente este gran misterio,
y
1
sobre todo, en aquellos
á
quienes .fesus previene y atrae á su amor con especiales gra–
cias, el sacrificio de la cruz, representado y renovado en la
Mi–
sa, es un manantial inagotable de
sent.imien~os
y afectos que
los desprenden
ó
preservan de la inclinacion natural á los ob–
jetos terrenos,.
y
que 10s purifican
y
estrechan íntimamente'
con Dios.
Se puede creer con· fundamento que l\Iartin debe numerar–
se entre esas privilegiadas
y
dichosas criaturas. El Espíritu di–
vino lo excitaba sin duda
á
meditar con frecuencia en la pa–
sion
y
muerte ·de Jes11s, especialmente cuando asistía al santo·
sacrificio de la Misa. Pues solo la continua atencion
á
CristO'
crucificado pudo animarlo y fortalecerlo desde nir10, no solo
para el fiel cumplimiente de los preceptos evangélicos, sino·
tambien de los consejos,
y
por cuya observancia parecía, -sien–
do parvulo, un var0n perfecto.
Aunque se ignora la frecuencia con que recibia los santos
sacramentos de la penitencia·y comunion, no se debe dudar
ni de que en es tos,. como en los demas ejercicios, obedecía li su
confesor, ni de qu'e deseaba de eontínuo justificarse mas y mas ·
en el tribunal d'e la misericordia,· y uniPse real
y
verdadera–
mente á Jesus en el sacramento de su infinito amor. El mise–
rable pecador
y
el-j'usto imperfecto
y
disipado, no puede com–
prender, ni menos ex pr'esar,.lo que pasaria en el alma de este
bienaventu~·ado,
a!'recibir esossantossacramentos; porque, ade–
mas de que
el
enorme. peso del cuerpo corrompido agra va el al–
ma, rarísima vez se esfuerza ella
a
contemplar las·cosas es·piri–
tuales
y
celestes, porqne se ocupa, aun sin grave necesidad,.de ·
las materiales
y
te1Tenas. Déjese-por lo tanto
á
lasalmas ·puras·
Y amantes, embriagadas en el amor de su divino Esposo, que·
conciban por lo que pasa en ellas, cuando están á los pies de!·