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J:11adre
á
una criada, que comprase zapatos en la tienda mas in–
mediata, y habiéndolos llevado y entregado á su ama, los
dió
esta
á
su hijo, quien los ocultó bajo de su ropa sobre el pecho.
.Acabadas las misas, se retiró el corista al noviciado
á
!ns once
del dia, al mismo tiempo que salia fray Martin de In celda dd
reverendo padre maestro fray l\Iiguel de Leon, que estaba fren–
te al noviciado, y llamando al corista fray Andres le dijo; «Los
•·1apatos que lleva eo el seno, no son de la religion.,. Nególo el
corista, y eutrand·o entonces el siervo de Dios ta mano en el
peell'O de fray Andres, se los sacó. Discu1póse el eorista, dieien–
do que se los babia dado su madre, porque estaban rotos los
que se hal>ia puesto. Sacó fray l\Iartin al momento de sn man–
ga un par de zapatos de suela, acomodados á los pies del coris–
ta, diciéndole al mismo tiempo: nPóngnse estos, que á mas de
"estar proporcionados para sus pies, son los que debe calzar co–
•mo religioso profeso. Con los otros será socorrido algun po–
·bre.• Al ver esto otro corista que estaba presente, y que ha–
bia acolitado misas con fray Audres, dijo al siervo de Dios:
·lllulato brujo, ¿cómo supiste que mi compañero tenia los zapn–
•tos en et seno?» fray 1\Iartin sin contestarle se fué riendo,
y
celebrando el insulto del corista.
Asistiendo una sobrina de fray l\lartin
á
su primer marido,
en compañia de su madre, ocurrió un motivo leve por el que se
disgustó la suegra con el yerno, y tambien con su hija, porqoe
esta se declaraba á favor de su esposo contra el parecer de
Ni
madre. Habiendo sido solo entre los tres esta doméstica disen–
sion, recibieron luego un papel de fray Martin, en el que les
decia, haber sabido el disgusto que habian tenido, porque su
sobrina babia defendido á su esposo contra el dictámen de su
madre: que babia obrado bien su sobrina,
y
que lo hiciese así
siempre; lo que dejó
á
todos admirados del prodigio.
Viviendo uu hombre, amigo de fray l\Iartin, mal amistado con
una muger, salió por la tarde de su casa, para ir á la de elln,
con el fin de satisfacer su brutal apetito. Encon.tróle en la ca–
lle el siervo de·Dios,
y
lo detuvo mucho tiempo hasta cerca de
la noche, haciéndole Yarias preguutas, hasta que por último le
dijo: •vaya usted y conocerá que Dios lo ha librado, no solo de
In muerte temporal, sino tambicn de la eterna.» Llegó el .hom–
bre á la casa,
y
vió en ella muerta á su cómplice por el techo
de la habitacion interior, que se babia desplomado, despavori–
do y confuso, buscó
á
fray l\Iartin, y le refirió lo sucedido;
'quien, exhortáudole
á
que arreglase su vida, tuvo el consuelo de
que en adelante vi viese como verdadero cristiano.
Siendo muy íntima la union espiritual de fray l\Iartin de Por-