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:Rosario, en siete añós que habia entrado eu suerte, ninguna

vez habia salido: dijóle entonces fray l\Iartin, que hiciese su

peticion otra ve.z, y que en ese año lograría el dote, y se casa- '

ria. Cumplióse la profecía, pues de doce agraciadas, la jóven

fué la segunda, y en ese mismo año se casó.

Repartiendo cocos fray lilartin

á

Jos novicios

y

estudiantes,

para que se entretuviesen en un dia de recreacion, se halló

presente, siendo entonces lector, el reverendo padre maestro

fray J\Iartü1 l\Ielendez, y diciéndole este que le diese algunos

cocos, porque quería tambien jugar, le contestó el siePVo de

])ios: •No son para los hombres grandes, sino ¡;¡ara

f!UC

juegeen ,

"estos angelitos.» Enojóse el lector, y le insultó en estos tér–

minos: •Perro mulato, hipócrita hablador, cuando yo sea pro-

• vincial, te l1e de mortificar

y

castigar, y entonces me la paga-

• rás.» Sonrióse fray lilartin,

y

le dijo: «,Padre lector, no quiera

•ser prelado, porque no le conviene para su salvacion,

y

si lo

.fuese, no le irá bien.» Grabáronse estas palabras en la memo–

ria. del padre con tal firmeza, que jamás las olvidó;

y

mucho

mas se conservaron en su mente, desde que experimentó, muy

á

costa suya, el cumplimiento de la profecía, por haber resisti–

do

á

este aviso del cielo aspirando

á

la prelacía y demas hono-·

res de que cada religioso debe reputarse indigno. Habiendo,

pues,sido electo provincial por el fallecimiento del reverendo pa–

dre maestro fray Juan Lopez, pasadosmuchosaños de muerto fray

l\Iartin, lo depuso el Gobierno

á

los cuarenta dias de su eleccion.

Se embarcó para Roma con el fin de alegar su devccho, y fué

nombrado por el general de la órdeu, Rector del colegio de San–

to Tomas. Tomó posesion del rectorado, y,

á

poco tiempo, reci–

bió patente de Vicario General,

á

la que no le dio su pase el

virey conqe de Lemus. Muerto este, le dieron posesion del em–

pleo, los religiosos del convento del Rosario, de la Recoleta y

Santo Tomas, é inmedíatamente se le condujo preso al conven–

to de San Francisco, por decreto del real acuerdo; y á pocos

dias, se le intimó la órden de que fuese al convento de Huánu–

co, sin permitirle salir de él, ni entrar al del Rosario, antes de

partir al convento adonde era confiuado. Allí permaneció has–

ta su muerte, publicando la santidad de fray Martin, y llorando

contrito los injustos improperios con que lo babia vejado. Fue–

ron tambien muchas sus profecías de cosas presentes pero

ocultas.

.

Viendo una señora acolitaudo misas en la Iglesia del Rosa–

rio

ú

su hijo fray Andres de Ulloa, corista recien profeso, te

preguntó, ¿si necesitaba alguna cosa? y contestándole que zapa–

tos, porque eran viejos

y

estaban rotos los que tenia, ordenó la