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ciente la víspera de ser operado, que entrando

á

visitarle fray

M;artin, vomitó contra el mil improperios sin motivo. Salióse

de la celda el sievvo de Dios con el rostro risueño, sin mani–

festar ninguna alteracion en su ánimo. Al anochecer volvió á

visitarle, llevando una ensalada de alcaparras,

y

le dijo con

mucha suavidad: «Padre mio, ¿está ya desenojado? Coma es–

ta ensalada de alcaparras que le traigo." Admiróse el enfer–

mo, porque apeteciendo mucho en ese dia la ensalada, sin

que á nadie hubiese participado su deseo, creyó que el siervo

de Dios lo había entendido sobrenaturalmente. Arrepintióse

luego de sus injustos oprobios,

y

pidiéndole perdon, le ro–

gó que se compadeciese de él, pues tenia que sufrir en el dia

siguiente, no solo los terribles dolores de la amputacion, sino

tambien los que son consiguientes

á

la aplicacion de los cau–

terios encendidos para contener el flujo de sangre. Sabido es,

que en ese tiempo, aun no se habia inventado el torniquet,

y ni se ligaban las arterias, y que por consiguiente no solo era

dolorosísima la operacion, sino las mas veces infructuosa; pues

humedecida la escara que producia 1a accion del fuego y de

los cáusticos, se renovaba la hemorragia, y era preciso repe–

tir la cauterizacion, hasta que aquella cesase, ó pereciese el

enfermo desfallecido, gangrenado ó convulso. Enternecido

fray l\Iartin, despues de uua breve oracion, descubriendo la

pierna gangrenada, puso la mano sobre ella,

y

su contacto la •

sanó en el momento. Atónito

y

alegl"e el religioso, al verse

bueno instantáneamente, y restituida al estado natural su pier–

na, publicó

á

gritos el milagro, y rindió

á

Dios las debidas

gracias.

Tambieu deben,

á

mi juicio, numerarse entre las sanidades

milagrosas, las de los religiosos fray Francisco Velazco y fray

Diego l\Iedrauo, hidrópicos deshauciados, cuya historia expuse

en el articule de la caridad que tuvo fray Martín con los enfer–

mos.

~le

persuaden

á

que fué extraordiuaria la cnracion de

uno y otro, el que, en ambos, habia resistido la enfermedad

á

todos los·auxilios del arte, hasta poner á los pacientes en el

último extremo de la vida; y el que sanaron prontamente con

la visita que les hizo el siervo de Dios, penetrando las puer–

tas cerradas. Por último referiré el caso de un religioso muer–

to realmente

y

resucitado, segun se creyó entonces,

á

cuyo

juicio me adbiero .

Curándose un religioso lego llamado fray Tomas, muy ama–

do de fray

~fartin

por su notoria virtud, murió al fin, de un

grave y dilatado padecimiento. Luego que falleció, empezó la

comunidad

á

rezar en el dormitorio los salmos que mandan

las