-
127 -
ciente la víspera de ser operado, que entrando
á
visitarle fray
M;artin, vomitó contra el mil improperios sin motivo. Salióse
de la celda el sievvo de Dios con el rostro risueño, sin mani–
festar ninguna alteracion en su ánimo. Al anochecer volvió á
visitarle, llevando una ensalada de alcaparras,
y
le dijo con
mucha suavidad: «Padre mio, ¿está ya desenojado? Coma es–
ta ensalada de alcaparras que le traigo." Admiróse el enfer–
mo, porque apeteciendo mucho en ese dia la ensalada, sin
que á nadie hubiese participado su deseo, creyó que el siervo
de Dios lo había entendido sobrenaturalmente. Arrepintióse
luego de sus injustos oprobios,
y
pidiéndole perdon, le ro–
gó que se compadeciese de él, pues tenia que sufrir en el dia
siguiente, no solo los terribles dolores de la amputacion, sino
tambien los que son consiguientes
á
la aplicacion de los cau–
terios encendidos para contener el flujo de sangre. Sabido es,
que en ese tiempo, aun no se habia inventado el torniquet,
y ni se ligaban las arterias, y que por consiguiente no solo era
dolorosísima la operacion, sino las mas veces infructuosa; pues
humedecida la escara que producia 1a accion del fuego y de
los cáusticos, se renovaba la hemorragia, y era preciso repe–
tir la cauterizacion, hasta que aquella cesase, ó pereciese el
enfermo desfallecido, gangrenado ó convulso. Enternecido
fray l\Iartin, despues de uua breve oracion, descubriendo la
pierna gangrenada, puso la mano sobre ella,
y
su contacto la •
sanó en el momento. Atónito
y
alegl"e el religioso, al verse
bueno instantáneamente, y restituida al estado natural su pier–
na, publicó
á
gritos el milagro, y rindió
á
Dios las debidas
gracias.
Tambieu deben,
á
mi juicio, numerarse entre las sanidades
milagrosas, las de los religiosos fray Francisco Velazco y fray
Diego l\Iedrauo, hidrópicos deshauciados, cuya historia expuse
en el articule de la caridad que tuvo fray Martín con los enfer–
mos.
~le
persuaden
á
que fué extraordiuaria la cnracion de
uno y otro, el que, en ambos, habia resistido la enfermedad
á
todos los·auxilios del arte, hasta poner á los pacientes en el
último extremo de la vida; y el que sanaron prontamente con
la visita que les hizo el siervo de Dios, penetrando las puer–
tas cerradas. Por último referiré el caso de un religioso muer–
to realmente
y
resucitado, segun se creyó entonces,
á
cuyo
juicio me adbiero .
Curándose un religioso lego llamado fray Tomas, muy ama–
do de fray
~fartin
por su notoria virtud, murió al fin, de un
grave y dilatado padecimiento. Luego que falleció, empezó la
comunidad
á
rezar en el dormitorio los salmos que mandan
las