-
123 -
sanaría con esa sola curacion. Disipóse la fiebre, y la inflama–
cion cedió brevemente.
Curandose con fricciones mercuriales el pud1·e fray Loren–
zo Gunruido, le sobrevinieron síntomas gravísimos, sin duda
por el método bárbaro con que se administraban las unciones
en ese tiempo. Desahuciado de los médicos, y despaes de ha–
ber recibido los santos sacramentos, entró
á
verle fray l\Iartin,
y hallándole muy sediento, preguntóle, si beberia toda el agua
que le trajese. Contestóle que sí, y el aiervo de Dios le dió a
beber grande cantidad. Durmió toda la noche el enfermo, y
al dia siguiente lo vieron sano las médicos.
Hallándose muy molestado de fiebres intermitentes fray
Andres
~Iartinez,
y no sabiéndose en ese tiempo la eficacia de
la qu.ina, díjole un dia fray i\Iartin, qne en esa noche se ba–
ñase en la pila. Hízolo asi el enfermo, aunque desconfiando
de ese desusado é irregular remedio. Salió entumido del bailo,
entr¡íronle en cama, durmió hasta la tarde del dia sic:uiente,
y no le repitió mas la fiebre.
Febricitando gravemente el padre provincial fray i'l[iguel
Correa Pacheco, le dió
á
beber fray l\Iartin mucha agua fresca,
y sanó luego.
A una esclava de la hermana del siervo de Dios, hi.rieron en
la cabeza. Dióle el cirujano ocho puntos de satura, como se
practicaba cntónces, y hahiéndosclc hinchado mucho la cabe–
za, llamó
1
ama
á
su hermano fray nfartin , quien la consoló,
diciéndola que sanaría pronto su esclava. Quitó Jos puntos,
mojó un lieazo en saliva, y raspando la pared, echó un poco
de tierra sobre el lienzo humedecido. Aplicó este lienzo em–
barrado sobre la herida, despues de haber hecho sobre ella
la sella) de la cruz, y sanó Ja herida brevemente.
Visitando á fray niartin un amigo suyo de vida ejemplnr,
se le aumentó mucho uu dolor de cabeza que padecía . Salió
el siervo de Dios de su celda, para preparar
á
su amigo el
desayuno, y aquel entre tanto se acostó eu la humilde cama
de fray l\Iartiu. Cuando llegó este, se le había quitado el do–
lor en el lado que tocaba
á
la jerga de la cama, y se volvió
del otro lado para observar si el contacto de la jerga babia
disipado en parte su dolor. No se frustró u esperanza, pues
por ese medio quedo libre enteramente del dolor en ambos
lados.
Semejante sanidad logró acostándose en el lecho del siervo
de Dios otro amigo suyo llamado Francisco Ortiz. Estando es–
te en la Iglesia de Santo Doniago, le sobrevino fieb1·e con
do–
lor
agudo de cabeza. Buscó al siervo de Dios; acostósc en su