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en grave peligro de dolor de costado, y que sanó aplicando

á

la parte adolorida la mano de fray l\Iartiu, como se ha di–

cho en el artículo de la obediencia: porque en las enferme–

dades agudas conserva por lo comun la naturaleza todo su

vigor,

y

por sus facultades. suele triunfar en un momento de

la mas violenta enfermedad. A mas de eso, sabemos los efec–

tos mortíferos ó saludables del influjo moral;

y

pudo contri–

buir mucho á Ja sanidad en los casos referidos, la consolan–

te esperanza que les inspiraba la presencia de un varon re–

putado justamente sauto. En los casos siguientes ha sido me–

nos fundado el concepto de que la sanidad hubiese sido mi–

lagrosa.

Padecia doña Isabel Ortiz de Torres uu flujo de sangre, por

el que habian desesperado los médicos de su vida. Visitóla

el siervo de Dios,

y

asegurándola por tres veces que nomo–

riria de esa enfermedad, mandó que le diesen

á

comer una

manzana asada. Alivióse

la

enferma, y

á

Jos cinco dias estu-

vo buena.

·

Hicieron

á

un moreno en el vientre una herida penetran–

te, de

la

que salió parte de los intestinos. Chupó la sangre

fray l\Iartin-, lavó Ja herida con vino, cubrióla con un poco de

romero mascado, y al cuarto dia se levantó sano el enfermo.

Curó tambien

á

un jóven de un dedo ulcerado, cuando ha–

bían resuelto Jos cirujanos amputársele.

Igualmente sanó·á otro que tenia muy hinchada y ulcerada

una pierna, untándole saliva y haciendo sobre la parte enfer–

ma la señal de la cruz. Si en estos dos enfermos-hubiera sido

la sanidad instantánea, habría sido sin duda milagrosa, porque

ulcerus antiguas y dolorosas, no pueden s

anar naturalmen

te

en un momento. Pero no expresúndose esta

circunstancia.en

la

relacion, es de creer que despues de un p

ronto alivio, san

n–

rian -lentamente la inflamacion

y

las úlceras.

Disipó la fiebre que padecia una 'morena haciéndola beber

roncha agua tibia.

En tiempo de recreaciones, un novicio de Ja Recoleta·Domi·

nica que tenia uo cuchil!o, hirió casualmente

á

otro novicio

en dos dedos de la mano, por quitarle una manzana. Fue co–

pioso el derrame de sangre; y contenida esta', sobrevino fie–

bre,

y

se inflamó mucho la parte. Supo el novicio que fray

l\Iartin estaba en el couvento con fray Juan l\Iasias, y lo llamó

para que lo medicinase. Llegó este, y haciendo Ja señal de Ja

croz,

é

invocando

á

la Santísima Trinidad, aplicó

á

la mano

las hojas de una yerba,

y

consolando al paciente, le dijo, qne