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cama,

y

esto bastó para que Je faltasen la calentura y el dolor

de cabeza.

.

Fué fray l\lartin

á

ver

á

un cirujano que se hallaba postrado

en cama sin esperanza de vida, por una grave dolencia que ig–

noramos. Consolóle el siervo de Dios, dándole á beber un va–

so de horchata,

y

diciéndole: «hoy es sábado,

y

el próximo mar–

tes irá U. á visitarme bueno:» lo que se verificó puntualmente.

Arrojando sangre por Ja boca el pa,dre fray Miguel de l\Iejo–

rada, buscó

á

fray l\larti n en su celda, y no hallándole, fue al

capitulo, donde supuso que estaría orando. !\fas antes de que

entrase, y de que el siervo de D.ios pudiese verle, y mucho

menos saber el mal que le hubin sobrevenido, le habló en estos

_

té~minos:

«Padre, desnúdese, báñese en la pila, y se le quita–

rá la enfermedad que le aflije.u Arrojóse inmediatamente el

padre en la pila del elaustro principal que está frente al capí-

tulo, y cesó la hemorragia.

Pidió al siervo de Dios el padre fray Laureano de los Santos,

que en atencion

á

que doña

Cat~lina

de Acuña estaba grave–

mente enferma de fiebre ardiente, desahuciada ya de 'los .médi–

cos, y á que era bienhechora de la comunidad, y muy afecta

á la religion dominicana, se interesase con el Señor, para que

la librase de tan grave peligro, concediéndole la salud, si era

de su divino. agrado. Ofrecióle fray l\Iartin orar por ella, é in–

terponer Ja mediacion de su Patriarca. Encontró al dia siguien-.

te

á

fray Laureauo, y le dijo: «Ya encomendé

á

Dios y

á

•nuestro padre Santo Domingo á doña Ca.talina,

y

-me dijo

•nuestro padre, que no moriría de esta enfermedad.u Parti–

cipó inmediatamente el religioso á doña Catalina este aviso del

Cielo, y habiéndose mejorado, sanó en brevesdias.

Tenia un lobanillo al pie de una oreja el capitan don Juan

Guarnido, y babia suplicado

a

fray l\[artin que lo sanase. Ac–

cedió á ello un dia, y en presencia del padre ' maestro .fray

Luis Cornejo, pasando suavemente un estilete de acero al re–

dedor del lobanillo, cayó este sin que el paciente sintiese nin-

guna molestia.

-

·

l\Iejoró tambien á otros muchos enfermos, asegurándoles su

restablecimiento, y aun sanandolos con su tacto, ó solo con el

de su ropa. Entre estos es mas notable lo que pasó con doña

Francisca Velez, esposa de don Mateo Pastor, íntimo amigo

y

bienhechor de fray l\Iartin. Padecía dicha señora, un dolor

de hijada agudísimo, y estando con él, siu que la hubiese nli–

viadó ninguna medicina, entró á visitarla el siervo de Dios.

Alegróse con su vista la señora, y

di~iéndole

que se le acerca–

¡¡e, porque sabia los prodigios que obraba Dios por su siervo,