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no se observó en ninguno de los numerosos pies que plantó
el bienaventurado Porres. Uenó de admiracion este suceso á
cuantos fueron testigos de él, se probó la verdad con decla–
raciones auténticas, y para perpetuar sn memoria, se le lla–
mó desde entónces, el Olivar de fray \Vfarlin.
En el aiío de 1634, fueron tan r.opiosas las aguas del cauda–
loso Rimac, que, desbaratando el fuerte muro construido para
reprimir su corriente, se desbordaron con ímpetu,
y
arruina–
ron gran parte de la Iglesia llamada de las Cabezas, que está
á
po–
ca distancia del río. Vió fray Martin este estrago desde su con-
,
~ento,
por estar situado en el lado opuesto del río;
y
cor–
riendo inmediatamente al templo inundado, impidió que el
inmenso concurso sacase las imagenes
y
alhajas, asegurando
que el río no haría mas daño á la Iglesia. Inmediatamente to–
mó en la ·mano tres piedras,
é
invocando á_la Santísima Tri–
nidad, Padre Rijo y Espíritu Santo,
y
arrojando las tres en el
rio, una hacia arriba, otra hácia abajo,
y
otra en el medio,
retrogradaron las aguas al momento, y se contuvieron en su
lecho.
Jnan Vasquez, natural de Estremadura, que babia por al–
gun tiempo acompañado
á
fray l\Iartin, estando este ea Lima–
tambo, padeció una grave
y
larga enfermedad,
y
mejora–
do de ella·, qued'ó con los muslos, piemas
y
pies muy hincha–
dos. Careciendo en Lima de consuelo, fne con sumo
t~abajo
en busca de su bienhechon fray l\far+in. Salióle este al encuen–
tro en la mitad del camino, tal vez sabiendo por revelacion ·
que Vasquez iba en busca suya, para ahorrarle la molestia de
caminar tanto en ese miserable estado, y para qµe
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los que se
hallaban en la hacienda, no fuesen testigos del milagro que
llios le inspiraba hiciese eu su nombre.
Sea de esto lo que
fuere, fray !Uartin despues de haberlo alimentad0, se puso
á
orar por la salud del paciente, quien oyó al siervo de Dios es–
tas palabras, al terminar-su tácita oracion. «Señor mio Jesu–
cl'isto, tened misericordia de este pobre, que de lejanas tier–
ras ha venido
á
padecer tantas desdichas.• Acabando de pro–
nunciar estas palabras, mandó al pacieute, que extendiese las
piernas sobre la tierra, y ponieÍldo las manos sobre ellas, y ha–
ciendo la señal de la cruz, postrado de rodillas le dijo: •Leváu–
tate•
y
desapareció, J,evantóse Vasqnez con mucha agilidad,
y
viendose sin .ninguna hinchazon, y enteramente sano, no pudo
disimular su contento. Corrió
á
la hacienda, y refiriendo lo
que babia pasado, dieron todos gracias á Dios por el milagro.
Habiendo resuelto los cfrujanos amputar una pierna gangre–
nada al padre fray Pedro JVIontesdoca, estaba este tan impa·