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ENTRETENIMIENTOS
Aristias , respondió tristemente Pho–
cion, seria lisonjearos, y daros una ciega se·
guridad, que es muy comun en Athenas, y
con la que castigan los Dioses
á
las Repúbli–
cas , que se quieren perder sin remedio.·
Quando se levanrára entré•nosotros un tira–
no, y quisiera, echándonos
á
los pies , que no
hubiese oro, plata, ni placeres sino para él,
enfurecidas nuestras almas por la pérdida de
nuestros gustos , no tendrian suficiente vi–
gor para salir de su letargo. No es tiempo
de esperar
n1as
,
si no nos hace un Licui-–
go (
1)
una gustosa violencia , y nos arranca
por fuerza nuestros vicios.
Quisiera , amado Cleophanes, que hu–
bieras sido testigo de los sentimientos , que
se conocian en
el
corazon de Aristias con el
discurso de Phocion. Veia con gusto, que
se encendian sus ojos: de rato en rato los le–
vantaba al cielo , y los ponia en Phocion:
desordenados en su ánimo sus pensamientos,
hablaba con voces interrumpidas. ¿Qué no
puedo yo.. .
?
i O Licmgo. . .
!
Tantearé..•
me atreveré... L a salud de la patria aun no
se
(1)
No
fué
Licurgo escogido por los Espartanos para darles
leyes, como lo
fué
Solon por los Athenienses : meditó su
pr~
yecto de reforma con treinta Ciudadanos, que le prometieron
.s'eguirle: veinte y ocho Je
fu~ron
fieles: les ml.ndó presentar–
se armados en la plaza pública,: publicó sus leyes
1
é imimidó
á
los que se aprowch:iban de los públicos desórdenes. Véase
la
vida de Licurgo por Plutarco.