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dad : despues se familiarizan con la idea del
crimen , y consiguientemente se buscan los
medios de engañar la vigilancia de los Ma•.
gistrados, y escaparse del rigor de las leyes.
Quanto mas se piensa en la injusticia , mas
se encarece, se fomenta, y finalmente se
executa con
maJ
audacia,
y
sin remordi-
i~nto.
Pero si sabe el delinqüente, que tie–
ne un Juez,
á
quien no se puede seducir con
facilidad, y de quien no se puede escapar;
sin duda que producirá en su corazon
el
te–
mor un saludable efecto, y reprimirá sus pa–
siones en tiempo que aun puedan obedecer
álaley.
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Conceden los Sofisticas, querido Aris- ·• " ' ·
tias , que los hombres mas religiosos son
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menos vll'tuosos ; pero se enganan, pues
ª" ,
man religion á la que no es mas que supers-
ticion,
ó
hipocresía : miran como un
ho1n,;
bre piadoso
á
aquel cobarde, que los enga-
ña con algunas aparentes virtudes, y que
en realidad ignora lo que el Cielo le manda,
ni lo que le prohibe: ó á un pícaro, que fin-
ge temer á los Dioses para engañar mejor
á
los hombres. Pero si la Religion es santa,
como el Dios eterno,
é
infinito
á
quien ad0·
ra, ¿qué fuerza no dará á las leyes? Inspira·
rá ciertamente un respeto tímido
á
las pasio-
nes. Nada prueba la impiedad de Salmone,
y Ayax, aquellos que no reverenciaban sino
unos