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ENTRETENIMIENTOS
dos en su República. Sabia que tenemos me•
nos obligaciones que cumplir , quanto me<
nos aficionados , ó aplicados estemos
á
las
inugeres ;
y
así esperaba con razon alcan–
zarlo todo facilmente de los hombres, sacan–
do
á
muchas mugeres para empleos Útiles.
E stableció Licurgo en ·su Ciudad algu–
nos descansos públicos, entre los quales el
cochecillo negro , tan desacreditado hoy,
hacia mucha parte de delicia : mirad sus dos
principaJes instituciones;
y
sin su socorro
hubiera prohibido inutilmeme el uso del di•
nero ,
y
de las artes menos útiles en reali–
dad, aguijones ,
y
tal vez alimentos de las
p asiones. Desde entonces se hizo fami liar
á
los E spartanos el exercicio de las virtudes
m as dificiles,
y
mas heroicas; porque es
propio de la templanza cerrar la entrada de
nuestro corazon
á
la locura de los vicios,
haciéndonos agradable nuestra actual situa–
cion ,
y
llevándonos al bien sin violencia.
L a
ten1planza
inspira
necesarian1ente
el
des–
precio de las riquezas ;
y
este d'esprecio, que
supone al alma desembarazada de necesida–
des frívolas, que nos atormentan , va
sie111-
pre acompañado del amor al orden,
y
á
la
justicia. Las pasiones estan
inenos
vivas,
y
nu 1T1erosas,
y
m as
libre la
razon para
hacer
valer sus derechos.
Sí,
querido Aristias:
desde que hemos renunciado la sinceri<;lad
de