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La filc;>s_ofía, espeJ.o fiel de la so.ci eclad _en que
se desa rrolla, tenía qu e ser, por tanto, natura–
lista y práctica. Y estos gérmenes en nin a-ún
país podíai1 desarro1larse
p~imero
qu e en aquel
en que el espíritu prác tico constituye -el di-stin–
tivo ele raza. Inglaterra se puso al frente del
movimi e nto ·revol.ucionar'io,
CL!Yº
pro¡)ósito era
restablec"er e n el rei no de
fa
cicncía , el es tud io
de la natural eza.
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Pero es ta filo so fía naturali sta necesitába sa–
tisfacer Ótra exigencia : antes . q ue un sistei11a
debía se r una crítica. La filo sofía
ért
la é poca
del Renacimiento, como he dicho, había ll ega–
do al estad0 de la mayor confu sión. Los idea–
les revueltos, los sistemas comba ti éndose en
implacable fe rmentac ión, creaban en los
á ni1~10s
una oscuridad y un escepticismo desconsolador.
Todas las escuelas había n sido e ·tudi aclas y
pro ntamente desechadas, porque ninguna daba
esperanza de rea liza r la unidad que necesita la
ciencia. Cuando la filosofía
ll ega á es ta co ndi–
ción extrema, es necesario desancla r el camino
recorrido, para volve rlo
á
comenzar tomando
tl!~ a
nu eva direcci ón. La hi s toria, de ti empo en
tiempo, no presenta este fenóm ento que se so–
lt.ciona siempre de la misma manera. Vienen
aq uell os ge ni os, cuyo destino no es el de a u·
mentar un nuevo sistema más ó menos brillan–
te ,. verdadero al inmenso número de los
ya
xi~ te nt e
; si no al contrario, el de destruir
á
·stos, d:rndo
á
la inteligencia un nuevo
guí~
que la dirija. ¡Así caye ndo y así levantando s1-
.; ue corriendo el pensamie nto del hoi:nbre
~~1
po de su misterioso destino! Los gen10s cnt1-
II