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·(!:ia. Por esto los reli.giosos. forzando las pres–

,cripciones bíblicas, ana.tematizaron, imphca–

-bl.es

, al cuerpo

y

todo .lo que le era accesorio ;

considerándolo como p.:oseS>ión

y

arnrn de Sata–

-n.is

, v fulminaron co·ntra

d

1.a ira rencorosa del

Jeho~ah

de 1\iloisés. La· teología

y

el poder se

unieron en .esta .empresa, Jlegaodo

á

fijar sus

.preceptos ;a,ún en la·s :regiones del arte. Todo

Jo que significaba adorno

·y

recreo del cuerpo,

.embell ecimiento de la ma·teria, glorificación de

la vida mundana, era severamente proscrito en

.:lima socíedacl . fa1ntizad'a . que sólo concebía al

.tipo di·vino

ele

Jes.ús,

crucificado e.n un oscuro

madero, con :la mirada, repulsiva por el horrible

.sufrimiento

y

agonía; cori el rostro deforme, la

.barba crecida

y

sucia. el cuerpo repugnante,

-vertiendo sangre descompuesta por tocios sus

..poros

y

:h.eridas. Este. ideal absurdo, aquel en-

cad.enamiento feroz de

b

materia soportado por

unos hombres vigorosos

y

contenidos, debía

transformarse, cuando la oportunidad fuera

propicia, en terrible reacción . El Renacimien–

to, protegido por la Reforma, la operó con tan–

to desenfreno, que un espeso i1alito de insacia–

,ble conrnpiscencia despiden todas las sociecl il-

cles de aque]Ja época. Entre los delirios de la

· sensualidad quedaba, como residuo fecundo.

una idea verdadera: la importancia de la natu-

. raleza, en sus múltiples manifestaciones, para

el desarrollo

y

felicidí1d del hombre. El ele–

mento que se había segregado tiende, desde

aquel instante, á recobrar tocio su valor, armo–

nizándose con el espíritu en un organisn10 eq ui–

librado.