IV
Bacón,
vivanv~nte
impresionado por el de–
plorable espectáculo que ofrecía la ciencia filo–
sófica, inaugura con sus trabajos la regenera–
ción de ella. .
Raras veces nos ofrece la historia el ejemplo
del hombre eminente que tiene conciencia de
su obra. No por falta de orgullo. sino por des–
graciada ofuscación, ni el poeta, ni el filósofo,
ni el político alcanzan , con frecuencia, á com–
prender en donde reside la fuerza de su genio,
cual es el papel que él representa en el mun –
do
y
cual será su legado inmortal. ¡Privilegiados
los que pueden decir, como Bacón, que se en–
caminaron á un fin glorioso, no de un modo más
ó menos vago
y
casual, sino clara
y
rectamen–
te con la majestad imperturbable del pontífice
que se halla penetrado de u alta dignidad
y
de su fecunda misión !