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En efecto, el hombre, ministro
é
inté rp re te de
la natural eza, no concibe y no realiza sus con ·
cepciones, sino en proporción á lo que él sa–
be descubrir e n
el
órden de la na turaleza, sea
p -i r la observación, sea por s us trabajos; él no
sabe ni puede nada más po rq ue no hay fuerza
q ue pueda dobla r ó rompe r la cadena de las
ca usas; y si se puede ve nce r á la nat uraleza no
es sino obedeci é ndola: · así estos dos fin es, la
cie nci a y el pode r humano, coinc iden exacta–
me nte en los mismos puntos;
y
s i se ye rra en
los e fectos es por la ignora ncia de las cau –
sas.»
(1)
¡De man e ra ta n g rand iosa concebía Bacón
la ci e nci a fil osófica, su desa rrollo y su des–
tino ! Los sig los ha n pasado;
y
los hombres
a pe nas vislum bra n la profundidad de la concep–
ción del fil ósofo , mucho me nos ha n descubi erto
aquf'll as ca usas,
que a! obedecerlas se alcanza
á
xobernar
á
la, naturaleza,
inte rpre ta ndo
S ll S
sig–
nos, escri biendo s u a pocalipsis; y vivie ndo de
los positi vos resul tados, que ofrece una cie ncia
a cti va
y
real.
Fáci lme nte se compre nde que la
reali zació n
de l proa ra rn a de la fil o<>ofí a t razado po r Ba-
b
•
'Ón, no perte nece al trabaj o de un homb re ais-
lado, po r más a trev idos
y
provechosos que sean
: us es fu e rzos ; así es qu e
á
pesa r del in fa tiga–
ble empe ño d el fil ósofo sólo se poseen acaba–
ct·ts las dos prime ras pa rtes de su gran obra,
b .
q ue son si n emba rgo s uficie ntes pa ra poder
(1)
De la
Dianité
et d l' Accroi. ement des
ciences.
o~uvre·
de
füco:1~
trad. franc.
<le
M. F. R iaux,
1852.