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un cierto número de hechos, y luego deducir la
ley. Le faltaba la parte negativa, el examen, la
crítica de las observaciones desfavorables
o
contrarias, que permitieran concluir el raci_oci–
nio con toda reflexión , cc.nciencia
y
seguridad .
«Es por haber señalado, dice Stuart Mill,
la
insuficiencia de aquella grosera
y
vaga noción
de la inducción, que Bacón merece el título
que· se le da tan generalmente de fundador de
la filosofía inductiva. (
1)
No se me oculta, sin embarg-o, que al
nega~
Bacón, todos los datos
a priori,
el silogismo
y
el método deductivo, fraccionaba
el
procedi–
mi e nto lógico de nu es tro pensamiento; que no
admite aquel artificial antagonismo ·que se pre–
tende establecer entre la experiencia
y
la razón
que la estudia.
Otra funesta exageración contiene la doctri–
na
ele
Bacón: su horror á las abstracciones
teóricas que lo lleva á refugiarse en la anato–
mía
y
disección de la naturaleza, corta el vuelo
de su .Jógiéa, clándC)]e á .pesar de ·las protestas
de escritor,
(2)
un carácter pronunciadamente
empírico,
cu.yodesa rrollado fruto, se observa
luego en el materialismo que domina á
tod()~
los discípulos .del maestro. Pero por otra
part~
Bacón rinde tributo
á
la filosofía de
Ari~tótele?
.y
á
la Escolástica, en su confusa
y
trascendental
t eoría de la
forma
y
de la
lt'y;
pudi-endo ser así
considerado, bajo éste
y
otros muchos aspectos,
como un metafísico t1-adicionaL Suponía que la
(1)
V. Revue philosopiqne. Abril -189r.
(J)
Novum organum: Librn 19 aforislno 45.