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cía debe inmensos beneficios: G e ni o práctico,
no se ocupó Sócrates en descubrir un vasto
y
<;ornplejo si stema, e x tempo ráneo en la época
en la que él e ncont raba la idea filosófic<l,
~i no
que consagró todos s us esfu erzos á salvar
á
ésta del mar'asrno que la consumía, vigorizán–
dolo por medio de un nue\'O y feliz impul so.
El problema cosrnológ-ico, asaltado de un gol–
pe, y sin ningún apoyo, por los filósofos ante–
riores, le ens e ñaba s u triste desenlace en e l
charlatani smo ele los sofis ta s. No puclienJo,
pués, Sócrate s, enco ntrar en él, el mentor qu e
necesitaba, recorre el pasado,
y
e n med io ele
los errores del oscurantismo, un rayo ele luz le
descubre el olvidado precepto del templo de
Delfos:
conócete
á
tz'
múmo;
pensamiento qu e
Iueg-o desarrolla, conYirti é ndo lo e n la base de
su filosofia La observación subjetiva, presen -
tada por Sócrates como imprescindible pos–
tu lad o ele toda investigación cie ntífi ca, da á la
filosofia helén ica. en
su
segundo período, un
carácter esencialmente humano, ant r0pológico;
y
una fuerza tan extraordinaria e n su raciocinio,
que hizo lu ego brotar al espírit u g ri ego s'us
rnás exquisitos frutos. .
No se e nc ierra en tan precioso legado, t0da
la fecunda labor que contenía la revolución so–
C:rática. Era necesario disolver el sofocan te pol–
villo que levantaban, en el mundo científico, las
emanaciones de las esc uelas filosóficas y de
las doctrinas sofísticas. Pa ra ello Sócrates, ar–
inado del principio de su duela, modesta y sen–
cilla,
sólo sé que nada sé,
de s us máximas mora–
les, de sus conocimientos científicos y de su