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todavía no ha aka nzado la elevación necesaria
para poseerla, co nscien te, en s u espí ritu. Re–
conozcamos, sin embargo, qu e Pitágora·s, aune¡ ue
vacramente, t uvo intuición de la a rmonía uni–
ve~s<il ,
in spirá ndo le ella pensCitni e ntos tan subli –
mes, como aql'lél de que la virtud es e l camino
para ll ega r a l ·amor, frase que parece anticipa–
damente sorprendida á los labios de la incom–
parable mística cristiana, Santa Teresa de Je–
sús. Por lo demás,
cori~;ecuente
con s u teoría,
señala el célebre matemático, corno fin de la
moral, la absorción del hombre en la monada
in fini ta;
y
corno guía la eq uidad.
El ri go r geomét rico de Pitág1)ras lo llevó al
fi n á da r vida á lo qu e no · e ra s ino iclealidad,
creand0 así un panteísmo matemático cnmple–
ta me nte falso. Con el trascurso
cJ e
los siglos
la filosofía encuentra
~l
genio ele Leibnitz tra–
bajando en
armoniza_r
la t eo ría de las mona–
das con el pensamiento mod e rn o .
S in mencionar á Empédocles, e l filósofo poe–
ta, discípulo según unos de los Jónicos,
y
de
los Pitagóricos según otros; la última e scuela
qu e se desarrolló e n el primer período de ·la
hi st o ri a de la fil os0fí a
g ri ~ga.
es
h1
El eá tica,
que inves ti ga la ese ncia
y
realidad de las cosas.
La escue la Jón ica
y
la de Demócrito eran
ma te ria li stas: ante e llas de<;aparecía, en todas
sus ma nifes tac ion e·s, el espí ritu disuelto por
un fatalismo grosero .
..\naxágoras d e Cl asó–
men~s.
y
con é l, aunque por opuesta direcc ión
la escuela Pitagórica,
r~vinclican,
mas ó me–
nos incon scie nteme nte, los fueros del idealis–
mo. Correspondía á la escuela Eleática leva n:-