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mitiva, encerrada en el verso de Homero e n
e l ca nto ele Orfeo, en
la
hi s to ri a genea lógica
ele Hes íodo y en las seve ras enseñanzas de los
Siete Sabios; palpita el más visible antropo–
morfismo . El Olimpo, cinc;elado por artistas,
es la mansión donde los seres qu e lo pueblan
simbolizan, con tocla pompa y reli eve, el grado
máxi mo del desarrollo ele la naturaleza huma–
na, en su he rmos ura fisica, en sus facul tades
y
apetitos, e n s u fuerza, pensamiento, concupis–
cencia y orgullo. De esta ma ne ra, el pueblo
griego, pueblo incomparable en donde sólo
alcanzaba la victoria, en la
lu cha por la exis–
tencia, la actividad indi vid ual serv ida por un
pensamiento audaz; da
á
sus creaciones colo–
rido esencialmente real y humano. Este es–
píritu de raza y este
~;e ll o
carac terístico tenían
que facilitar las al tas
y
variadas concepciones
de la i·nteligenci a.
El pensa mi e nto especulativo de la Grecia, des–
de
que la hi s tori a nos permite arra nca r algunos
elatos al avaro misterio que el ti empo impone
á
los
~iglos
primitivos es impresionado, e n primer
té rmino, por el problema cosmológico: Lo pri–
mero que atrae la atención ele! hombre es la
na turaleza qu e lu rodea
y
las cosas ma teriales
cjue satisfacen sus ex ige nci as. E l objeto, impo–
ni éndose sob re la observación subjetiva, lo do–
mina inmediatamente. Para abstraerse de él, y
concentrarse e n el análisis del espíritu, es ne–
cesario ya Lin a reflexió n más experimentada y
más profunda. Este fenómeno se observa, pal–
pable, en el ej emp lo que nos ofrece la poesía:
Las primeras concepciones poéticas, en la cu-