do, fu erzas ocultas á las que esta nat uraleza
obedecía;
y
entonces, cambiando ele rumbo, s u
panteísmo se hi zo teogónico
y
mí s tico.
E n la Grecia, un he rmoso peda zo de ti e rra,
compu es to de ll anuras
y
valles red ucidos se–
parados por. peq ueñas se ri es el e montañas
y
abiertos al ma r; 11n
temperamento suave
y
vi–
goroso, un cielo limpio
y
despej ado qu e venia
á
iluminar aquella man sión, pe rmiti éndole di–
bujar s us límites; tal era el med io fisico en q11 e
se desa rrollarí a el vigor intelectual del genio
helénico. Al des pertar éste, con una mirada
perspicáz se enco ntró más fu e rt e que el ele–
mento que incitaba su poder,
y
e nto11ces, en lu–
ga r de humillársel e,
lo encadenó á . sus pi es
para leva ntar, sobre tal base, el culto del hom–
bre. Su reli g ión, s11 fil oso fía
y
s u politica so n
el embriagador inci enso que és te se tributa á
sí mi smo. Ideal s ublime, en med io ele su peli–
g rosa soberbia. Momento solemne:
la
dignidad
humana venía al mundo,
y
dominaría las so–
ciedades.
De aquí, que aunque
la
primera .intuición de
la Grecia no fu é, sin duda, como lo quiere Ze–
ll e r, producto espontáneo
y
exclu sivo cíe su
ge–
nio; honda tran sformació n recil.Jió el concepto
asiático al verse oprimido por el pensamiento
griego. La tendencia de la religión
y
filo sof1a
de las teocracia s o-rientales era absorver al in–
dividuo en una divinidad abstracta
é
indife ren–
te, conside rando al mundo como creación per–
niciosa,
y
señalando el fin del hombre en el
aniquilamiento ele la personalidad. Por el con–
trario, en la religión filosófica de la Grecia pri -