-9-
~ripere.
Por otra parte hay homb1·es intrépidos que
saben elevarse sobre el temor y na.die ha visto ja–
mas que estos espíritus fuertes hayan creído en
la.
Divinidad con menos firmeza que los otros. En
nn, un tímido puede muy bien tomar precauciones
para evitar un peligro en lo que parezca realidad;
pero ninguna conexion hay entre este temor y la per–
suacion debida al poder de tal ó cual causa:
3.
0
la
creencia en Dios ha podido venir de la
política
de
los príncipes
y
legisladores, y esto basta por mu–
chas otras razones. Desde luego, aun cuando fuese
cierto que todos loi:; príncipes y legisladores, coloca–
dos en la historia
á
tan
grandes distancias de tiem–
po
y
de lugar- se hubirnen encontrado todos en un
mismo pel1samiento, una misma idea, cosa segura–
mente incr eíble, no habrían alcanzado jamás á per–
suadir á los pueblos en un dogma tan contrario á
las pasiones, que entrañaba graves consecuencias
para toda la vida, si ese dogma no hubiese estado
fundado en razones las mas sólidas. Ademas, nun–
ca es durable ninguna opinion arbitraria inventada.
por los hombres; Ciceron ha dicho
«opinionum com–
menta delet dies, naturae
judicia
cor.ji'rma,t.•
En fin,
si el mul).do desde luego hubies
e sidoateo y se hu–
liiese convertido de súbito en adorador de la Divi–
nidad por la política de los príncipes, encontraríamos
en la historia algunos vestigios de esta importante
revolueion, del mismomodo que se encuentran consig–
nados los grandes acontecimientos de la. humanidad,
como las revoluciones de los imperios, los grandes
descubrimientos, cosas relativamente de poca im–
portancia, si se les compara con
la
introduccion de
la creencia de Dios entre los
homb~es:
4.º que la
creencia de Dios derive
RU
origen de las
preoc-vpa–
ciones de la educacion.
Estas preocupacionei.; no son
de todos los tiempoa
y
lugares como la creencia. de
Dios. Ordinai·iament.e los hombres verdaderunrnte
superiores saben elevarse sobre ellas,
y
nó obstan-