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te vemos generalmente á estos hombres rendir ho–

menaje en sus escritos, al sacrosanto dogma de la

existencia de Dios. Por lo demás, la educacion sig–

nifica simplemente la tTasmision de una enseñanza,

pero no eX'plica el orígen de las opiniones tri:..smiti–

das. Sobre la misma cuestion de hecho, relativa al

origen de este dogma, podríamos reproducir las ra–

zoneR de imposibilidad expuestas anteriormente al

respecto de la

política

etc.

La creencia en la existencia de Dios no deduce

pues su origen, ni de la ignorancia, ni del temor,

ni

de la política,

ni

de la educacion, es decir, de

ninguna de las causas de error de alguna entidad

señaladas por los atéos.

Cnarta objecíon.-«Los

pueblos han creído largo

tiempo muchos errores, sea del órden físico, por

ejemplo, que el sol jira al rededor de la tierra, sea

del órden moral como en el politeísmo, por consi–

guiente el unánime consentimiento de los pueblos,

no puede dar el derecho á concluir p01· él, en !a

existencia de la Divinidad.»

Ninguna semejanza hay entre la creencia unáni–

me de los pueblos en la. Divinidad y las opiniones

que se objetan, porque estas opiniones no son real–

mente universales,

y

porque, acerca de ellas, se pue–

de encontrar su orígen en alguna fuente de error.–

El movimiento del sol al rededor de la tierra com–

prende evidentemente dos cosas, el

fenómeno

y

su

explicacion.

El movimiento

aparente

del sol

al

re–

dedor de la tierra es lo que se conforma á la afirma–

cion del género humano, y este movimiento es efec–

tivamente una.verdad, considerada en la apariencia:

En cuanto á su explicacion, es preciso observar que

una explicacion cientifica solo es del resorte de un

pequeño número de sabios, en quienes la autoridad

forma la ley para los demas :tiombres, de suerte que

el error, cuando existe, es propiamente- el hecho de