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tiempo, cualquiera duda, esia no habria sido más que
al respecto de los pueblos descubiertos durante los
últimos tres siglos: se babia efectivamente formado
la suposicion de ateismo sobre algunas hordas sal–
vajes de la América y la Oceania; pero despues de
algun tiempo los primeros relatos que se habinn
hecho sobre observaciones superficiales han sido
formalmente desmentidos por .otros mas fieles y
circunstanciados, y hoy es un hecho fuera de du–
da, gracias á los viajes multiplicados de los mo–
dernos en todas direcciones, que no hay nacion
en la superficie del globo que no rinda un culto
cualquiera á la Divinidad. En fin, sin entrar en
mas largos .detalles, basta observar que no existe
un curso de historia
ó
de geografia, por pequeña
que sea su extension, que no contenga un capítulo
sobre la religion de cada pueblo.
Resulta evidentemente de la exposicion que pre-·
cede que la existencia de la Divinidad ha sido creí–
da unanimemente en todos los pueblos, tanto anti–
güos como modernos, y que por consiguiente nadie
podría ponerla en duda sin acusar de error la razon
de la humanidad entera.
OBJECIONES.
Primera
objecion.-~Para
que el consentimiento
de los pueblos sea una prueba de la verdad, es pre–
ciso que sea unánime; pero el consentimiento de los
pueblos no es unánime sobre la existencia de Dios,
porqué se han contado en diversas épocas varios
ateos, como Protágoros, Teodoro de Cirena, Epícu–
ro etc. entre los antiguos, como Diderot, Lamettrie,
d'Holbach etc. entre los modernos; luego la existen–
cia de Dios, no puede probarse por el consenti–
miento de los
pueblos.~
Cierto es que el consentimiento de los pueblos es
preciso que sea unánime, por lo menos
moralmente,