berg,
y
haberse escrito tantos volúmenes para al·
terar las numerosas cuestiones de detalles rela–
cionados con la invención de la Imprenta, la gene–
ralidad de los sábios más competentes están de
acuerdo en conceder á Guttemberg la preeminen–
cia de este sublime invento.
¡Gloria inmarcesible al inmortal Guttemberg,
que con su sublime descubrimiento difundió las
ciencias
y
las artes en todos los ámbitos del mun·
do!, porque viendo este coloso de la Idea, que todas
las obras maestras de los poetas, historiadores,
filósofos
y
demás escritores de la antigüedad
iban á caer en el olvido eterno
y
que el Pensa–
miento humano iba á quedar sin eco en el por-
venir, exclamó:
¡Ft"a.t lux! ....
..
y
la luz fué, irra·
diando desde entonces al Unive.rso entero.
Pedro Schceffer sobrevivió veinte
y
tres afios á
Guttemberg,
y
murió también en Maguncia en
1491,
después de haber impreso en esa misma ciu–
dad algunas otras obras importantes, como lo ve·
remos en el parágrafo siguiente.
Los lúgubres acontecimientos realizados en la
ciudad de Maguncia en
1462,
á consecuencia de
los cuales las dos primeras imprentas de esa ciu–
dad quedaron clausuradas, dieron por feliz resul–
tado la diseminación por toda Europa de los ope–
rarios de ambos talleres
y
del nuevo arte que ha–
bían aprendido, ejercitándolo, bajo el sello de un
pacto celebrado solemnemente con sus patrones
y
observado fielmente durante varios afios. En efec·
to,
esos operarios tan sólo se retiraron de Magun–
cia después del desastre de esta ciudad, instiga–
dos por la situación anormal en que se encontra–
ban.
Sin embargo, algunos escritores opinan que la