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cación, la que fué apoyada por el Elector de
Maguncia. El rey de Francia concedió
á
Los he–
rederos de Fust la restitución de la suma de
2,425
escudos de oro que había producido la referida
subasta pública,
"en considération,
(dice la orde–
nanza real fechada en 1475)
de la peine et labeur
que lesdits exposans ont prú pour ledz't art et indus–
trie de l'impresúon, et au pro.fit
et
utiütéquien vient
et peut venir
a
toute la chose publique, tant pour
t'
aug·
mentation de la science que autrement".
En cuanto
á
Guttemberg. después de los tris–
tes acontecimientos de Maguncia, experimentó
nuevas desgracias, primero, con la pérdida de su
esposa,
y
después, con la de sus hijos: anciano ya
y sin dinero, veíase próximo á caer en la más es–
pantosa miseria, cuando el Elector de Nassau, el
generoso príncipe Adolfo, reconociendo el in–
menso servicio que había hecho á su patria y al
mundo entero, le concedió en 1465 el ,honorífico
título de gentilhombre de su corte, asignándole
una pensión vitalicia que le permitió vivir mo·
destamente- Gozaba con tranquilidad del rango
que le había asignado su nacimiento, honrado
como el padre de la Impren
ta, cuando el
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de
F<:brero de 1468 ósea dos
afí.osdespués de la
muerte de su antiguo socio
Fust,entregó su alma
al Criador, en su cmdad natal de Maguncia, á los 69
afios de edad, sin haber gozado de los beneficios de
su portentoso invento. Murió este grande hombre,
se puede decir, casi en la miseria, sin dejar heren–
cia alguna
á
su única hermana, monja del monas·
terio de Santa Clara de Maguncia, si no es, según
él mismo lo dejó dispuesto en su testamento,
·to·
dos los libros que he impreso."-"Pobre inventor
(exclama el autor de
El Civilizador),
que no podia
dejar á la que le sobrevivía, más que la riqueza
de todos los que como él habían realizado gran·
des
inventos: u juventud consumida, su vida sem·
brada.
de persecuciones, su nombre desconocido,