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Satisfecho Guttemberg de haber probado
á
Fu<:t y á Schcelfer, que podía imprimir .con igual
perfección
qu~
ellos. entregó al poc;:o
t1e~po
su
taller á los cmdados de sus operanos Ennque
y
Nicolás Bechtermuncze, Weigand Spyes y Ulnc
Zell.
Pero, desgraciadamente, cuando ya ambas im–
prentas de Maguncia principiaban á recoger los
frutos de sus constantes labores, y
á
los cinco
afios que Fust y Schceffer trabajaban en compafiía,
las armas victoriosas del Arzobispo Adolfo de
Nassau cayeron sobre los muros de Maguncia, si·
tiando primero á esta ciudad, y tomándola des·
pués por asalto á sangre y fu ego, entregándola
á
los horrores del pillage. Atemorizados los opera–
rios de ambas imprentas por esta Iúe;ubre heca–
tombe, no quisieron continuar sus trabajos duran–
te los azares de la guerra, lo
q~e
dió por resulta•
do la disolución de la asociación de Fust y Schcef·
fer, separándose ambos socios. Estos tristes acon–
tecimientos tuvieron lugar en el
me~.
de Octubre
de
1462.
Fust, según se cree, fué
á
refugiarse
á
París,
donde estableció un depósito de libros; pero cua–
tro afios después, en
1466,
murió allí víctima de
la peste que azotó entonces ·la capital de Fran–
cia, de cuya epidemia murieron más de cuarenta
mil P<:rsonas. Poco antes de morir encargó su
negoc10
á
Herman de Stathoon, su dependiente
y
á
l
a vez compatriota suyo, el que falleció también
al
P.oc~
tieii?po en esa :nisma ciudad. Según el
dr_
ott daufatne
que reg1a entonces en Francia, el
Fisco tema derecho de heredar los bienes de cual–
quier extrangc::ro no naturalizarlo, encontrándose
Fust y su sucesor en esa condición: el
e~tableci
·
mie n~o
de librería fu,ndado por el primero fué
vendido en subasta publtca. Conrado Hanequis,
apoderado de los herederos de Fust, elevó al Rey
Luis XI, una exposición de queja sobre esta confi&·