presor de esa ciudad: Matias Moravus, que se diri.
gf6 á Nápoles, donde también se estableció; Ber·
nardo Cerminus
y
su hijo Doming o , qt: e se fueron
á Florencia, en cuya ciudad establecieron la pri–
mera imprenta; Ulric Gering, Martín Krantz y Mi–
guel Friburg-er, que se radicaron en París, donde
recibieron la protección del Rey Luis XI; Mar·
tens, que en Alost, su pais natal , estableció un ta–
ller tipográfico;
y
Blaauw, que se dirigió á Ams–
terdam, llevando ya perfeccionado el arte que su–
ponen algunos había nacido en un pueblo de
e~e
reino.
En el espacio de treinta y ocho af'íos, desde
1462
hasta
I
500, se vieron improvisarse más de ciento
cincuenta talleres de imprenta no sólo en las ca–
pitales sino en las ciudades de segundo y tercer
6rden, como Udina, Zwell, Reggio, Rostock,
Ulm, Lawinghen y otras, extendiéndose el nuevo
arte con prontitud en Italia, Alemania, Holanda,
Francia y Suiza. Poco después se diseminaron tam–
bién los impresores en Espaf'ía, Inglaterra y demás
lugares de Europa.
Los libros se multiplicaron con tal rapidez y
abundancia, en el espacio de pocos afios, que la
producción tipográfica sup.eraba en mucho
á
las ne–
cesidades del consumo, lo que dió por resultado,
al poco tiempo, que la venta de los libros impre–
sos llegó á ser tan limitada proporcionadamente
á la producción, que los impresores
tenían gran–
des existencias de libros almacenados sin poder
darles pronta salida.
Esta _circunstancia dependió, en gran parte,
de que queriendo ellos sacar el mayor provecho
de sus ediciones, se valían de la superchería de
vender sus libros impresos como si fueran manus–
tos;
y
aunque Fust
y
Sch~ffer
hayan dado
á
sus ope–
rarios el ejemplo de poner al final de las últimas
ediciones que imprimieron, las indicaciones de
sus nombres, lugar y fecha de impresión, los más