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dur6 la asociaci6n de ambos. Poco después, la
Imprenta en Paris llegó
á
un alto grado de pros –
peridad, porque sucesi,vamente se abrieron los ta·
lleres de Pedro Le Carón
(1474),
Colard Mansion
(1475),
Pasqmer Bonhomme
(f476),
Guillermo Le
Fevre
(1480),
Juan Du Pré y Desiderio Huyn
(1481),
Juan Bonhomme
(1484),
·Guyot Marchant
(1485),
Pedro Levet
(1486),
Dionisia Meslier
(1488),
German Bineaut
(1490),
Juan Trepperel
(I49l),
Estevan Larcher
y
Juan Lambert
(1493),
Felipe
Maustener (
1497),
Driard (
1498),
y Nicolás de la
Barre
(1
soo).
.
Aquí no debe pasar desapercibido el nombre
de Antonio Vérard, célebre librero de París de
aquella época, que aunque no era impresor, mu·
chas de las obras que editó llevan su. nombre co–
mo tal, pues siendo un hábil calígrafo y un
diestro miniaturista que ejecutaba él mismo las
hermosas miniaturas que se ven en sus ediciones,
quiso reservarse el derecho de aparecer como·el
impresor de ellas, porque ele lo contrario esas be–
llísimas producciones se habrían atribuido más
tarde á los tipógrafos á quienes encargaba su im–
presión. En justicia, esas hermosas ediciones ha· ·
cen altísimo honor á Vérard, especialmente por
las artísticas miniaturas de que están adorna·
das; y por consiguiente merece, que por ello
pase su nOIJ! bre á la posteridad, reconociéndo–
le como uno de los más eximios y célebres ar·
tistas de aquella época en ese género de trabajo.
Lyon, después de París, fué la ciudad de
Fran·
cia donde la Imprenta se estableció
m~s
pronto y
donde hizo mayor s
progre~os,
pues desde el año
1473
vemos que Bartolomé· Buyer, mercader de
paños, entusiasmado del éxito benéfico producido
por el arte tipográfico, fundó la primera impr;en–
ta que hubo en esa ciudad, con el concurso del
tipógrafo Guillermo Le Roy, que, se cree, había
aprendido este arte en Alemania: imprimieron