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-APil
lo
pe~sé-repuso
amorosamente la de
Lantig~a.-
Yo decía para mi: «El viene con
engatlo; 'pero cuando viva constantemente
tí
.
I
mi lado, confund;dos nuestro,s pensamientos
como nuestra vida, yo le haré cl'istiano verda..
qero. Insensiblemente
vendremo~
á
pensar
y
creer lo mismo., ,
- ¿Y
pOl; qué, por qué no has persistido en
esa noble iJéa?-preguntó el israelista con
dt's~
csperación.-¿Por qué cuando yo estaba
á
punto de.salvarte has buído, desairándome de
un modo iucolnprensible?
-1Ahl. ..
!\1i
conciencia no me ,permitía pd–
varle de tu madre. Yo la vi como una leona
á
quien hall robado sus hijos. Las terribles in–
jurias qua dijo de
tí,
hi~~ér9nme
comprender la
grandeza de su amor,materno
y
de sU fanatismo.
-Su
fanátismo no es religioso, sino de raza.
-Lo mismo da.
Al
momento comprendí
que ibas
á
perder
á
t u madre por
mí.-
1Si '
vie–
ras qué espan toso eco
pr~duj o
en
mi
amor
ma·
terno la desesperación de tu 'madre!. .• Lo que
ella sentía, lo sen tía yo tambiéu. Pensé en mi
hijo... ¡Ay de mí! Si yo viviera muchos afios
y
le viera grande, y de improviso me abando–
nara para unirse
á
una muje_r de otra reli–
g ióu .••
¡Esta idea me m-atal. .. Esto no se pue–
de
imaginar.»
/'