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342 ,
B. PÉREZ GA LDÓS
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-----O', _ . ,
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l\il,iranao
á
su hijo, exclalnó
cQn
terror:
e
¡
Ay, si
yo
viviera,
s~
yo
te viera grande y
huyendo 'de mí 'para
a~ar
á
una mujer enemi.
. ga. '
de
Jesuc~isto
...
l
I
,
Horrorizada, se
~ubrió
el rostro
con
~mbas
manos.
,
e
¡La
religiÓÍlt~dijo
Morton sombríamente.
.
'
~
-Si~mpre
el mismo fantasma pavoroso que
nos persigue para separarnos.
80mb.raterrible
proyectada por nuestra conciencia, én todas
pa-l'tes la
enco~
tramos;
'no
nos
perm'ite ni una -
i?ea libre, ni un
senti~iento,
ni un paso. Es '
I
·en verdad
tre~endo
que lo que viene de
Dios
p,arezca
á
lveces
una,maldición.
-:-No hables asi·- replicó la
jo~en
con pena.
-¿Pues
qué, hemos de afligirnos por
estas
contra riedades de
la Tierra? La Tierra
es
pe–
quefia,
~l
Cielo grande; Aquí todo es esclavi–
t ud, allí libertad. Las aspiraciones sublimes
,
del alma son aquí esfuerzos que se estrellan
cOLtra invencibles muros;
allá
son un vuelo
nlajestuoso que n o tiene fin . ¿Por qué te afe,–
nas? ¿Por qué das tanta importancia
á
lo
que
h e
hecho
esta tarde? ¿Qué importa eso? Las
separaciones de la Tierra son las uniones de
all&..
-Tu fe es
grande.
-Sí.
Mi fe es g rande, y la
tuya
lo será