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GLORIA
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los
dioses-afirmó
Daniel.-¿Por
qué
no
has
ajustado
tu's
acciones ·
á
ellos, desprecialldo
todo
lo demás?
.
-
-Amigo'
querido-dijo
eUa
cerrando los
ojos,-Dios
me
delDuestra su bondad,
perlllÍ- ,
tiéudome
morir
así.
~No
piellses
en muerte-indllcó
D~niel
vi–
vamente alarmado. del
abatido
aspecto de
su
ttn.lig!l.-¿Quieres
q
ne
llame?.~ ·
¿Qué
tienes?
.-:-Nada,
nada-repuso
Gloria
mirándole
más
de
cerca aún,- tan de cel'ea q ue los ojos de
euinimbos cambiaban sus
l'efi-~jüs
de pupila
á.
pupila.-No llames á
nadie.
Si alguno enb'ara,
no estaríamos solos.
¡Que bien
'me
siento!
¿En
dónde
está m i h ijo?
, -Aquí:
¿no le
ves?
-¿Quieres
hacerme un favor?
-¿Qué?
-¡Ay !
no puedo
moverme. Parece
qne todo
10
que h ay en mí de vida se detiene,
y
sólo
queda
con
movimiento el incansable
corazón.
Levántame
en
tus brazos
y
recuéstame en
ese
lechó.
P on
después al niflo
junto
á roL •.
~
Daniel hizo lo que ella le mandabso
e
Voy
á
llamar.
-No: te
r~ego
que
no
llames. No necesito
nada. Estoy muy bien. Me
siento
ahora
como
nunca. Pero dime, ¿estamos solos?