GLORIA
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I
DS,
viniendo unRS en pos de otras, derrama-
ban claridad
y
alegría sobre los campos,
r~
....
verdeciendo las húmedas praderas. El día .era
tan bello y apacible cual si
lR.N
aturaleza, sen–
sible al enigma ' de Redenctón, quisiera tam–
bién celebrarlo. El aire
que
mecía los ál'boles,
las
Ilubes que pOlupos8mente discurrían por
el cielo con grave paso, dándose unas
á
otras
la
mano; el mal' s()noro
y
las flores, que por
todas partes presentaban
SllS
lindos rostros
á
las caricias del sol, todo, todo estaba de fiesta
en aquel día.
Bajando
á
la playa, recorrióla toda lenta–
mente.
Parecía que contaba
las
arenas.
Des–
pués se a'rrojó al suelo
'y
contempló el
Ult\l"
que
bajaba,
recogi endo sus láminas de espuma de -
minuto en minuto. La perplejidad
contiJ~ua-
ba, y el péndulo seguía su ·atormentador
mo–
vimiento. Pero al
fin,
ya cerca de mediodía,
el ext,ranjero se levantó. Dióse un golpe en la
frente, y mirando
al
cielo, dijo con
la
firmeza
pl'opia del que ha tomado
una
resolución:
cAl
fin,
al
fin
ya
sé
lo que debo hacer.•
,
I