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I •

I ~~O

B. PÉREZ GALQÓS

I

-que podía

exi~tir

'.

y

si hu

b~era .

destruido al gé–

ner.o humano, .Dios · se lo perdonaría, porque

sin duda

lo ' habí~ía pec~o

por convicción y cre–

yendo

que~ realizaba

un. bien..

En

ella no se co–

noció

.j

aroás ni soro

b~a

de hipocresía. Todo su

esp~ritu

y

sus creencias

'y

su voluntad tetra–

táb~~se

claramente ,en sue ácciones; ni existió ..

conciencia más pura, porque 'en ella ·eran im-

posibles las reservas

y

distingos insidiosos.

Y .

sin embargo,

el

alma tan limpia de perversi–

dad podía ser dailosa.

lO

Mas para

j~zgar

á

Se–

rafinita

y

condenarla' por esto, sería preciso

.q

ne Dios recogiese su Decálogo

y

lo volviese

á

,promulgar con un artículo un.décimo que

di·

j ese: cNo entenderás torcidamente el

amor

de

Mí. ,

·

.

y

para

j

uigarla los hombres

y

condenarla, .

debían

á

su vez arrojar de los altares

á

muchos

varones

y

hembras que subieron

á

ellos por

ser como S erafinita .

Estaba preparando el almuerzo de su

sobri~

na y se caía de debilidad

á

causa de los

repe~

tidos ayunos; pero el esfuerzo de su voluntad

vencía los desmayos del cuerpo, infundiéndole

una resistencia poderosa. ¡Lástima grande

que aquella santidad no fuese más humanal

Cuando Gloria almorzÓ, vino el médico

y

le

ordenó el mayor reposo y que huyera de toda