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222

R.

PÉREZ -GALDÓS

u

Ambas mujeres tenían

s~

alma abso"rta en

-tan sublimes conceptos. Dolia Serafina recitó

con entera yoz la Lamentación: e¿Cómo está

sentada sola la ciudad antes populosa?

La

gl~ande '

entre Ii\s naciones se- ·ha vuelto como

viuda..•

Amarga~eute

llora en la' noche.

No

"

tiene quien la consuele de todos

sus

ama–

dores...

:t

y

así siguió la lectura _con edificación

de

entrambas. Como Serafinitá se fátigase, Gloria

le pidió el libro,

y

con la emoción más

viva

.-leyo el Miserere: eTen piedad

de

mí Joh Dios!

' conforme

á

tu misericordia 'grande, y confor...

me

á

la multitud, de tus piedades borra mis

iniquidades..• Porqne conozco mi iniquidad

Y

~i

pecado e'stá siempre delante de

mi.:t

La

misa, la epístola de San Pablo á

108

Co"

rintios, la

Sequentia

del Evangelio tocaron

á

, Serafinita, que

á

su vez reclamó el libro. Des'

pués de

le~r

todo lo concerniente

á

la Cena,

dijo

á

su

sobrina: ."

eHemos llegado

al

punto más interesante,

más

patético, más solemne de nuestra doctri·

n~:

la institución de la Eucaristía.

Si

tú,

hija

mía de mi alma, meditando mucho en esto,

lograras p enetrarte bien de

la idea

de

sacrifi–

cio

tan sublime;

si consiguieras asimilártela

y

hacerla

tuya,

¡cuán

grande

facilidad

hallarías