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R.
PÉREZ -GALDÓS
u
Ambas mujeres tenían
s~
alma abso"rta en
-tan sublimes conceptos. Dolia Serafina recitó
con entera yoz la Lamentación: e¿Cómo está
sentada sola la ciudad antes populosa?
La
gl~ande '
entre Ii\s naciones se- ·ha vuelto como
viuda..•
Amarga~eute
llora en la' noche.
No
"
tiene quien la consuele de todos
sus
ama–
dores...
:t
y
así siguió la lectura _con edificación
de
entrambas. Como Serafinitá se fátigase, Gloria
le pidió el libro,
y
con la emoción más
viva
.-leyo el Miserere: eTen piedad
de
mí Joh Dios!
' conforme
á
tu misericordia 'grande, y confor...
me
á
la multitud, de tus piedades borra mis
iniquidades..• Porqne conozco mi iniquidad
Y
~i
pecado e'stá siempre delante de
mi.:t
La
misa, la epístola de San Pablo á
108
Co"
rintios, la
Sequentia
del Evangelio tocaron
á
, Serafinita, que
á
su vez reclamó el libro. Des'
pués de
le~r
todo lo concerniente
á
la Cena,
dijo
á
su
sobrina: ."
eHemos llegado
al
punto más interesante,
más
patético, más solemne de nuestra doctri·
n~:
la institución de la Eucaristía.
Si
tú,
hija
mía de mi alma, meditando mucho en esto,
lograras p enetrarte bien de
la idea
de
sacrifi–
cio
tan sublime;
si consiguieras asimilártela
y
hacerla
tuya,
¡cuán
grande
facilidad
hallarías