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GLORIA

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, 219

de ramas de pino

y

otras matas verdes

y

sin

aroma.

e

¡Qué bien

e~tá,

qué bien ' está esol-dijo

Gloria contemplando

('i~n

gozo el

alta~.

-Hija mía, ¿qué tal te encuentras?

-No muy bien; pero podré levantarme.

-Más vale que te quedes en. la cama.

Y.o -

no pienso salir hoy ni ir

á

la Iglesia,

á

pesar

del gran día en que estamos. Debo acompa-

.1

narte, querida mía, y juntas rezaremQs el ofi-

cio del día, que es hermoso sobre toda ponde–

ración.

-Muy bien pensado.

Lo

leeremos.

-y

nos deleitaremos en su sublimidad,

contemplando el amor de Aquél que con ser

Dios, quiso derramar

su

sangre por nosotros._

Después que Gloria hizo sus oraciones de la

mafiana, se levantó

y

de nuevo se acostó ves–

tida sobre el lecho. Francisca arreglaba su

cuarto, mientras Dofia Serafina bajó

á

prepa·

rar algo substancioso

pal~a

que la enferma se

desayunase. Nada más admirable que el celo

que ponía aquella noble dama en todas las co–

sas,

10

mismo en las grandes que en las pe–

queñas. Todo lo hacía conforme á su concien–

cia ,

y

no se perdonaba cosa alguna, ni jamás

dejó de hacer nada que le pareciese justo

y

convenient • Era el alma de más rectitud