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·

,

GLORIA.

.; . 211

p

ángeles, que velaban con atención misteriosa

su persona, y Hené su corazón de culebras.

Era -como una flor, y la pisoteé. Había n:acido

para que su sola mirada derramase felicidad,

para que hasta su sombra hiciera nacer bienes

por todas partes, y yo de aquel astro brillante

he hecho una noche lóbrega, una obscuridad

llena

ge

dolores, que hace llorar

á

cuantos se

le acercan... Yo tengo la culpa de todo, yo

causé su mal, y

lo

causé con villanía, porque

oculté mi religión, que era un estorbo, y sien–

do enemigo me presenté como amigo. Yo soy

el autor de su desgracia.

Y

no hay remedio,

no hay sofism-a que valga: esa desgracia debe

ser reparada por

mí.

Si así no es., no tengo

idea de la

j

ustic.",a, no tengo noción del deber

ni del honor,

y

siendo extrafío

á

la idea de

justicia, no puedo ni aun saber lo que es Dios...

Debo reparar esa desgracia

y

sacar

á

1'a pobl'e

mártir del potro en que está. No son

s.us

tíos

los que la tuestan yiva: soy yo, yo solo. Por

consiguiente,

mi

deber es salvarIa.

Me

lo or–

dena la justicia, que es Dios; el deber, que es

Dios; la verdad, que es Dios; la compasión,

que es Dios.

Me

lo ordena también la socie–

dad,

y

esta ley de recíproco respeto, de la cual

no podemos prescindir...

Sí.""

es preciso,

eS'

fatal,

inevitable;

y

si

así

no lo

hiciera. no ha..