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GLORIA.
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ángeles, que velaban con atención misteriosa
su persona, y Hené su corazón de culebras.
Era -como una flor, y la pisoteé. Había n:acido
para que su sola mirada derramase felicidad,
para que hasta su sombra hiciera nacer bienes
por todas partes, y yo de aquel astro brillante
he hecho una noche lóbrega, una obscuridad
llena
ge
dolores, que hace llorar
á
cuantos se
le acercan... Yo tengo la culpa de todo, yo
causé su mal, y
lo
causé con villanía, porque
oculté mi religión, que era un estorbo, y sien–
do enemigo me presenté como amigo. Yo soy
el autor de su desgracia.
Y
no hay remedio,
no hay sofism-a que valga: esa desgracia debe
ser reparada por
mí.
Si así no es., no tengo
idea de la
j
ustic.",a, no tengo noción del deber
ni del honor,
y
siendo extrafío
á
la idea de
justicia, no puedo ni aun saber lo que es Dios...
Debo reparar esa desgracia
y
sacar
á
1'a pobl'e
mártir del potro en que está. No son
s.ustíos
los que la tuestan yiva: soy yo, yo solo. Por
consiguiente,
mi
deber es salvarIa.
Me
lo or–
dena la justicia, que es Dios; el deber, que es
Dios; la verdad, que es Dios; la compasión,
que es Dios.
Me
lo ordena también la socie–
dad,
y
esta ley de recíproco respeto, de la cual
no podemos prescindir...
Sí.""
es preciso,
eS'
fatal,
inevitable;
y
si
así
no lo
hiciera. no ha..